Sonia
Díaz Corrales (Cabaiguán, Cuba, 1964) es autora de los libros de poesía Diario
del grumete, Minotauro y Los días del olvido. Sus poemas aparecen en varias
antologías, tanto en Cuba como en España. Galardonada con el Premio Bustarviejo
de Poesía (Madrid), el Premio América Bobbia (Matanzas), y el Abel
Santamaría (Universidad de Las Villas, Santa Clara). reside en las Islas Canarias, en donde se edita su primera
novela El hombre del vitral, libro sobre el cual hemos dialogado, entre otros
temas.
¿Por qué
escribe Sonia Díaz Corrales? ¿Hallas algo especial en este oficio?
Lo
cierto es que, antes, escribir era un oficio. Los poetas vivían de hacer sus
discursos épicos, de ser poetas o escritores. Simplemente, era un oficio
respetado. Después, igualmente ser un escritor parecía un buen oficio, tanto
que personas que tenían otros oficios se cambiaban a éste, o llevaban éste con
total dignidad a la par de los demás. Desde luego, ahora, contar como oficio el
ser escritor es, si no una falacia, un mal chiste.
¿Por
qué?
Puede
que alguien por su talento, o por esas cosas del azar, consiga ser incluso un
escritor muy cotizado, muy leído, también porque ambas cosas suelen ir de la
mano, generalmente por este orden, en ambos casos. Pero, más que un oficio,
para la mayor parte de los que escribimos, quizás, escribir es un aliciente,
una compensación.
Puede
que incluso estemos pervirtiendo lo de ser escritor. Alguien escribe una
columna de sociedad o de deportes en cualquier diario y ya se le supone
escritor. A lo mejor yo estoy un poco atrasada en lo de saber qué es ser
escritor, de oficio.
¿Un
ejemplo?
Siempre
me gusta poner este ejemplo: si le dices a alguien que eres periodista,
maestro, médico, carpintero, electricista, publicista, te responde:
"¡vaya!, qué bien". Si le dices que eres escritor o poeta, te dirá:
"¡Hum!". Quizás alguien un con un poco de tacto te preguntará:
"Y, ¿has publicado algo?". Porque
en verdad no importa lo que has escrito o si es bueno o no. Lo que importa es
cuánto has publicado, y si vendes eso que publicas. De ahí se sabrá si eres
escritor, de oficio, o no. Si tenemos en cuenta estos parámetros, mi oficio no
es escribir, sino otros que ahora no vienen al caso.
Pero si
escribir fuera un oficio en sí, sin tener en cuenta que publiques o vendas lo
escrito, o incluso si vives de todo menos de escribir, entonces te diría que mi
oficio es escribir, haga lo que haga para la sobrevivencia. Y entonces te diría
que lo más especial de escribir es ese toque inefable de la poesía donde
pareciera que estás suspendido, que no tienes peso, ese espacio
donde te desdoblas para crear los personajes, esas otras realidades que
convierten en trascendente lo que has escrito cuando alguien ríe, se pregunta,
se identifica, disfruta, llora, comparte, recuerda, imagina, saborea, goza,
participa de eso, mientras tú, el escritor, de oficio o no, desapareces.
¿Existe
algo que te llama la atención y te gustaría hacer y no hayas hecho aún?
Música.
Me habría gustado ser músico. Entender la música no desde el lado del que
simplemente escucha, sino desde el que puede diseccionarla, dividirla en frases
comprensibles, comprender los giros.
La
música es como un idioma que no comprendes, solo comprendes la armonía, la
musicalidad el ritmo, el dolor que expresa. La música es como un idioma
extranjero.
Aprender
otros idiomas, entre ellos el de la música, es algo que no he podido hacer.
¿Qué es
lo que más te llama la atención: la poesía o la narrativa?
Yo soy
una poeta. Puede que ahora mismo la narrativa capte mi atención con bastante
fuerza. Pero nunca dejo de escribir poesía. La poesía siempre está. Cuando todo
se ha ido, la poesía sigue ahí. Muchas cosas y personas me han dejado: por la
muerte, por el desamor o por otro amor, porque no han tenido otra opción que
partir. La poesía nunca. La poesía suele ser más visceral.
Recuerdo
que uno de aquellos profesores, casi sagrados que teníamos en los años 80, al
escucharme decir estas cosas, y riéndose de mi "ingenuidad y falta de
criterio", y para hacerme entender que la poesía era también muchas otras
cosas, me dijo: "¿qué dices, que la poesía tiene que ser cardíaca? ".
No sé si
la poesía tiene que ser algo "cardíaco", pero sé que necesita de un
alto contenido de coraje, de heroísmo, de eso perforante que no deja lugar a
dudas: la emoción.
La
poesía y yo a veces disentimos, discutimos, nos echamos en cara unos dolores de
los que cada una cree responsable a la otra, puede que hasta nos abracemos
intentando compensar tanto desastre vital y poético, digo yo para ser muy
cursi, pero nunca ella se ha ido, ni yo tampoco.
La
narrativa es diferente, es más cerebral, menos de mí, y no significa que la
disfrute menos o le dé menos importancia. Cuando empecé a escribir narrativa
fue porque tenía cosas que decir que no podía expresar con la poesía, que
necesitaban más concreción, más volumen, que no podía contener en un poema. He
aprendido leyendo narrativa, escribiendo narrativa, todo lo que puedo contar, y
me gusta. Muchísimo.
Sonia
vista por Sonia...
Soy transparente.
Tímida, guajira, como decimos los cubanos. Algunas veces me siento como si
fuera muy muy vieja. Bastante escéptica, puede que hasta algo desconfiada. En
algunas razones éticas soy tajante, algunos dicen que inamovible, puede que
algo extremista. Y se me da mal lo de conjugar los verbos regulares: amar,
temer y partir.
¿Por qué
se te dan mal en su conjugación?
Por su
significado, que no cambia en cualquier tiempo o modo que los conjugues. El
amor pasado es tan amor como el presente. Partir es igual en cualquier momento
o modo: aun las partidas hacia lo deseado, hacia algo bueno, están rodeadas de
una especie de desprendimiento, de esperanza que la mayor parte de las veces no
se cumple, porque es una esperanza sobrevalorada, porque sigues siendo el mismo
estés donde estés, tendrías que partir de ti hacia otro, para ser otra cosa.
Para
temer tengo una explicación vaga. Pero ya ves cuántas cosas son vagas sin dejar
de ser… El temor es un sentimiento ancestral, que a veces es difícil decir a
qué, por qué, cuánto temes. A veces cambia aquello a lo que temes, con los
años, o la madurez, pero ese temor esencial no cambia.
Lo de
temer, el verbo regular, el temor ancestral, ese temor ancestral es el miedo,
que convierte a los seres humanos en bestias, y a las bestias en obedientes
seres capaces de todo. La mayor parte de la personas temen a la muerte. Si
pensamos que "la materia no se crea ni se destruye, solo se
transforma", estaríamos hablando de temor a una especie de eternidad, ir
de un estado a otro, ese cambio del que no sabemos nada, y esto sería una gran
contradicción, que la muerte sea una especie de inmortalidad.
Si me
preguntaras a que temo, yo te diría que temo a la mentira. Me espanta lo que
consigue, la manera en que nos manipula y convierte en lo que nunca quisimos
ser. Le temo a la perversión de lo que hago o digo, es tan fácil dar falso
testimonio de los otros, decir que han hecho, expresado o pensado. Creando
confusión, se te podría atribuir la caída de Roma. Cualquiera de todas las caídas.
Todas, incluso.
En uno
de tus poemas que he leído y me ha llamado la atención dices: "Todos me
mandan fotos/ Carlos Fuentes manda a Frida muerta/ como la vio el lente
insólito de Laura Díaz". ¿Alguna predilección por esta novela de Carlos
Fuentes?
La predilección
por lo bien escrito… En esos días, la muerte andaba cerca, me rondaba en todas
partes, amigos entrañables, gente a la que no conocía más que por sus escritos,
pero igualmente me eran entrañables, incluso algún desconocido que decidió irse
a la muerte cerca de mí.
Este
poema, que se llama "Donde un reverso de foto nos devuelve la
memoria", y que está dedicado al poeta Reinaldo García Blanco, está
escrito a imitación, mala imitación, de su "Reverso de foto", que me
sorprendió mientras leía a Carlos Fuentes, su novela Los años con Laura
Díaz, en la que también ronda la muerte,
las fotos de los muertos… Pero sobre eso quise poner lo único que tenía: la
vida.
Dice el
poema: Ah, la muerte/ tu foto y su reverso. Me gusta más la vida que las
fotos/ la vida/ siempre lleva un larguísimo endoso en el reverso.
¿Autores
preferidos?
Muchos,
si hablas de autores de literatura. Van cambiando. Unas veces Michael Ende o
Umberto Eco. Otras Alessandro Baricco.
Otras Marguerite Duras o Virginia Woolf. Otras Louis-Ferdinand Céline o
Almudena Grandes. A veces Sor Juana, o Juana de Ibarbouru, Carilda Oliver, la
gran Dulce María Loynaz o Delmira Agustini. Puede que Rafael Alcides, Fayad
Jamís. O Walt Whitman, Paul Valéry, Arthur Rimbaud. O Fernando Pessoa, Jorge Luis
Borges, Antonio Skármeta o Jane Austen. Milan Kundera o Françoise Sagan o
Antonio Tabucchi. Octavio Paz o Boris Vian. José Ángel Buesa o los hermanos
Grimm. Patrick Suskind o Aldous Huxley. Y esto se haría interminable si no paro
ahora.
Cada
autor tiene su atractivo, depende la época de mi vida, si leo o releo un libro.
De algunos prefiero un libro en particular o un poema, un relato o apenas uno
de esos párrafos que se te instalan en la memoria para siempre.
Lo
cierto es que no he leído tanto, si un libro no me gusta lo dejo y me da igual
quién lo escribió. Puedo darme esos lujos. Quiero decir que: soy libre de esa
especie de prejuicios que empiezan con: ¿pero no has leído a…?
¿Y
alguno que haya influenciado en ti?
Todos.
Unos más, otros menos. Pero todos me dejan algo.
¿Preferencia
por alguno de tus libros publicados…?
Cada
libro tiene su particular encanto. Pero si voy a preferir alguno… por ese
encanto que rodea no solo lo escrito, sino el resultado final, la edición, el
cuidado, la belleza adicional que todo libro se merece, me quedo con dos de mis
libros de poesía: la preciosa edición que hizo Ediciones Vigía de Diario del
grumete, en Matanzas, en 1996, y la igualmente cuidada y querida edición de
Noticias del olvido, que salió en Editions Hoy no he visto el paraíso,
ilustrada por Margarita García Alonso, por cortesía de ella misma, como
editora, y con la ayuda del poeta y narrador Amaurys García Calvo. Ambos
iluminaron de manera tremenda esa publicación. Ella fue paciente y amable,
sumamente creativa. Él fue crítico, y práctico, incondicional al respecto de lo
que hizo en la composición. Aprovecho para agradecerles, siempre.
En 2010
publicas tu novela El hombre del vitral, ¿qué significa para ti este libro?
Es la
segunda novela que he escrito, y fue un punto de partida. La primera, El puente
de los elefantes, es un escrito con el que siempre sigo inconforme. Es lo
primero que escribí en el género de narrativa, y supongo que sigo
rescribiéndola de vez en cuando.
Algunos
relatos que andan por ahí, y que un día serán un libro, tendrán que esperar un
poco aún.
Pero El
hombre del vitral, es eso que quieres sacar ya de tu espacio, lo cual significa
que de algún modo estás satisfecho con lo que has logrado. Para mí es ese libro
atemporal, conciso, que te permite hacer catarsis sobre unas preocupaciones en
particular, que te reafirma como mutante, que te deja segura de que puedes
hacer otras cosas. Probablemente significa que, además de poeta, quisiera ser
narradora.
¿Puedes
contarnos un poco del nuevo libro que preparas?
Una
novela coral. Reúne al azar, a cinco personajes tan diferentes entre sí, tan
lejanos en relación a la edad, el origen, la educación, las creencias o la
falta de ellas, las profesiones, todos alrededor de un evento fatal que ocurre
con un niño.
Estas
personas, todas ellas tocadas por el abandono y la indiferencia, la mentira, la
guerra, pero también por la música, la pasión, la compasión hacia los otros, y
sobre todo por su propia soledad, descubren que la soledad transcurre como la
vida, ocupa todo el tiempo si no consigues encontrar a tus semejantes.
Las
Guerras Mundiales, La Guerra Civil Española, La Guerra de Angola, otros eventos
violentos y tristes, ven cruzar a estos personajes
por sus espacios. El abandono les marca, pero encontrarse unos a otros les
salva y compensa.
¿En
serio te es difícil entenderte con la tecnología, según he leído en otra
entrevista, y que por esta razón no tienes un blog o una página web?
Cierto.
Los que me conocen sabe que soy una nulidad en relación con la tecnología. A
veces he pensado en una web, pero más que nada para ofrecer servicios de
corrección y revisión de textos, o talleres de escritura. Disfruto bastante y
me distraigo, además de lo que aprendo, revisando textos. Quizás es que extraño
los talleres que hacíamos antes, donde,
que te señalaran algo, normalmente, era un buen síntoma: tu texto
merecía la atención de quien le señalaba ese algo.
Lo del
blog: más que poca habilidad para la tecnología, es una especie de apatía. No
puedo sentirme atada al compromiso de actualizar un espacio, de responder a las
demandas de los lectores que, en el caso de los blogs, pueden llegar a ser
perversos, insaciables, y a veces ofensivos.
Prefiero
el anonimato del libro impreso. Si llegara el caso de serlo, el lector que
tiene conmigo el acuerdo tácito de la libertad, que no tiene la obligación de
ser crítico, ni adulador, ni de expresar de inmediato comentarios provocativos,
para patentar que está enterado, que es culto, que tiene opinión.
Reconozco
que pueden ser útiles el blog o la web a quien tiene demasiadas cosas que
compartir y no tiene otro espacio. No es mi caso. Respeto muchísimo a los que
leen, no quiero obligarles a leerme o a detestarme mandándoles mis post. No soy
tan abundante ni escribo tanto, o tan interesante, como algunos amigos que
consiguen escribir sobre todo de manera entretenida, creativa, y grata.
Desde
1998 vives fuera de Cuba: ¿Hay algo que echas de menos de la Isla?
Cuando
alguien me hace esta pregunta siempre intento ser sincera, y realista. Extraño
a ciertas personas que viven allá, y a quienes quiero. Extraño un tronco de
almácigo que se llenaba de orquídeas enormes, violetas y que tenían un raro
perfume de canela. A veces extraño a quien era yo cuando vivía allí. Pero sé que
si viviera allí igual extrañaría a ésa que era yo, porque no creo que fuera aún
la misma. Y claro, echo de menos y recuerdo muy a menudo a una persona
inteligente que me decía siempre un viejo refrán: "No sirve de nada llorar
sobre la leche derramada".
¿No has
podido buscar sustituto para aquel tronco de almácigo que se llenaba de
orquídeas?
A lo
mejor es que me ha abandonado el ángel de las orquídeas, no lo sé. Ahora que lo
pienso… nunca se me ha ocurrido que aquellas pudieran ser sustituidas.
¿Cómo valoras
tu vida actual en las Islas Canarias?
Aquí está mi familia. Y normalmente no tengo mucha vida
social. Pero lo cierto es que mi vida ocurre casi todo el tiempo dentro de mí:
en Cuba, en las Islas… o en donde quiera que he estado. Esa vida tiene el valor
que le dan los eventos: pensamientos, disfrutes, dolores, pérdidas, lecturas,
amores…
Valorar
la vida propia puede tenderte trampas y preferiría no hacer eso. Sigo viva,
agradecida por, y a pesar de todo.
¿Existe
algo en Cuba que quisieras se eliminara, otra que mejorara, y una tercera,
se bendijera?
No me
veo con la potestad de cambiar, mejorar o bendecir algo. Parece pretencioso que
yo, que no me quede allí, crea que puedo cambiar algo, o incluso opinar sobre
lo que ocurre allí. Por lo tanto, mi opinión no pretende nada fuera del hecho
de ser una opinión personal.
Estoy
muy poco enterada de lo que ocurre en Cuba o en otros sitios. Y mi opinión
sobre cambiar, mejorar o bendecir cosas es de valor discutible, no solo por la falta
de información, sino por mi modo particular de ver el mundo, pero…
Eliminaría
el Servicio Militar Obligatorio.
Eliminaría
esas organizaciones de masas que solo cumplen funciones populistas y
ponzoñosas. Y creo que eliminaría definitivamente las discordias insalvables
que han separado a familias enteras, a amigos entrañables, a amantes casi
novelescos, y han convertido la vida privada en algo inexistente. También
eliminaría la politización de toda la sociedad civil.
Creo que
se podría mejorar el sentido que damos al bien. A veces hemos confundido el
bien ético, con el concepto de bien que se establece, con el coqueteo que nos
beneficia en el plano personal y alimenta nuestro ego. Hemos convertido el bien
en otra clase de despotismo.
Siempre
he creído que el bien produce bien, y éste a su vez más bien. Pero los cubanos
hemos confundido los beneficios personales, las ventajas a veces inmerecidas
con el bien. El bien es que esté bien yo y lo mío vaya bien, aunque para ello
muchas personas tengan que sufrir. Ese egoísmo es lo que hemos confundido con
el bien, y ciertamente hay situaciones que pueden crear confusión en este
aspecto, pero no justificación.
No creo
en el bien que produce el colectivo, del que tanto se habla. Creo que el bien
parte del individuo, que solo el individuo en su crecimiento puede generar un
tipo de bien que sana y fructifica, que produce bien a nivel social.
Esto
vale para todos los hombres y sitios, no solo para los cubanos. Pero creo que
entender y modificar esto serviría de mucho.
Bendeciría
el don de la creatividad y la supervivencia del cubano, ese que parece a veces
que se extinguirá.
Bendeciría
el don de la solidaridad, aunque cada vez se vuelva más interesada.
Bendeciría
esa condición del aire en el campo después de la lluvia, cuando sale el sol, no
sé si lo has notado, pero es límpido, transparente, brillante.
¿Algo en
especial que te hayan aportado estas Islas Canarias a tu trabajo como
escritora?
Quizás
la perspectiva que tienes cuando te vas a vivir a un sitio nuevo, diferente de
Cuba o de Costa Rica donde viví antes. Quizás la oportunidad de publicar El
hombre del Vitral.
(Entrevista publicada en http://www.diariodecuba.com/cultura/11595-podria-mejorarse-el-sentido-que-le-damos-al-bien)
4 comentarios:
Una muy buena entrevista. Felicidades Ilho.
muchas gracias Ihos, un saludo, sonia diaz
Gracias a ti,Sonia, por permitirme hacer esta entrevista.
Gracias Javier. Saludos
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