Editada por
tercera vez, La voz del silencio, biografía novelada del premio Cervantes 1992,
Dulce María Loynaz (1902-1997), es una historia en que los recuerdos, nombres,
angustias y satisfacciones de la hija del general Enrique Loynaz del Castillo,
cobran una dimensión especial gracias al trabajo investigativo de la periodista
y escritora Ana Cabrera Vivanco (La Habana, 1950), quien mezcla la realidad y
la ficción de quien viviera casi aislada por decisión propia en la casona de El
Vedado hasta su muerte en abril de 1997.
Sobre este
libro recién editado, y también del trabajo entre biógrafo y biografiada,
conoceremos en este diálogo con la autora de las novelas Las horas del alma y
Las cien voces del diablo, quien gentilmente, y una vez más, accediera a regalarnos
parte de su tiempo para dar respuesta a estas interrogantes:
Ana, La
voz del silencio fue publicada en Cuba en el año 2000, luego se editó en España
y ahora Atmósfera Literaria edita el libro, ¿qué hallaremos de novedoso entre
las páginas de esta tercera edición?
Para esta
tercera edición he escrito, por primera vez, un prólogo que habla de nuestra
relación biógrafo y biografiada y muchas de las anécdotas que nos acompañaron
durante los años de trabajo y amistad que compartimos.
Creo que resultará interesante para el lector. También y por vez primera
he cedido la dedicatoria que me dejó escrita Dulce María al término de La voz
del silencio: “A Ana Cabrera que sabrá comprender esta pequeña tragedia”.
Recuerdo que me la escribió en su habitación, con los ojos cerrados, estaba ya
casi ciega, con uno de aquellos plumones que usábamos en Cuba en los críticos
90 a falta de bolígrafos.
Pocos
alcanzaron a descifrar no sólo la letra enrevesada sino el significado que el
mensaje contenía en sí mismo, pero yo sabía que se estaba refiriendo a su casa
de Calzada, a la que le dedicó aquel poema premonitorio: “Últimos días de una
casa”, en el año 58, cuando no podía imaginar que, apenas un año después, con
el triunfo de la revolución, la perdería entre otras tantas cosas... Me decía
que yo había vuelto a reconstruir su casa con la imaginación y que ella había
vuelto a verla reflejada en el espejo que yo le devolvía en el libro.
Sobra decir
que tanto a ella como a mí nos tenía sin cuidado que nadie entendiera el
sentido de aquella dedicatoria. Lo que quiso decir con aquello de: “sabrá
comprender esta pequeña tragedia”. Nosotras llegamos al punto de no necesitar
hablar para entendernos. Y cuando dos personas consiguen el milagro de
entenderse en los silencios... sobran todas las palabras.
¿Qué le
hizo escribir esta biografía novelada de la poeta cubana Dulce María Loynaz?
Sobre cómo
llegué a ella, y cómo fue que a pesar de todas sus reticencias conseguí que me
permitiera escribir sobre su vida, está narrado en el prólogo de La voz del
silencio. No creo que pueda volver a contarlo verbalmente, y mucho menos
repetirlo por escrito. No soy dada a contar las cosas que llevo de por vida en
la retina del alma. Los buenos recuerdos son como los buenos perfumes. Cuando
los dejamos escapar aireándolos entre lo cotidiano, volatilizamos el espíritu
de su fragancia.
¿Cómo fue
el trabajo de complicidad entre biógrafo y biografiado?
Fue todo
un reto. Te diría que entre los muchos retos de mi vida, y muchos pueden dar fe
de que la vida, más que retarme, me la ha puesto, como decimos los cubanos, en
el pico de la piragua, trabajar la biografía de nuestra Premio Cervantes ha
sido el mayor de todos.
Pero lo
cierto es que cuando tanto ella como yo estuvimos listas, también conscientes
de que si no lográbamos esa complicidad a la que te refieres nuestro trabajo
carecería de credibilidad. De la empatía en el trabajo surgió una amistad sin
eclipses que nos unió hasta el final de su vida... Y yo me atrevería a decir
que más allá...
¿Qué
tiempo llevó completar todo el libro?
El trabajo
investigativo tardó más de un año y dos tardé en escribirlo. Por entonces yo
creía que lo más difícil para un escritor era escribir, y cuando puse el punto
final pensé que había culminado una hazaña. Nada era así. La vida demuestra que
si duro es escribir, más duro y difícil es publicar, y publicar este libro en
Cuba resultó también un camino cuesta arriba y todavía un mayor reto.
¿Dónde se
puede adquirir el libro?
El libro
salió a finales de abril de 2012 y se puede encargar en cualquier librería de
España, citando el título, mi nombre y el de la editorial Atmósfera Literaria.
Los libreros lo solicitan y lo entregan. Hay planes de presentarlo en la Feria
Internacional del Libro de Miami, donde han estado ya mis dos novelas
anteriores, Las horas del alma y Las cien voces del diablo, del sello de
Narrativa-Grijalbo.
¿Conserva
algún recuerdo especial que nos pudiera contar hoy de aquellas visitas a la
casa de Dulce María Loynaz mientras preparaba el libro?
Dulce
María acostumbraba a decirme que por haberme metido tanto en su piel y haber
exprimido su vida como el zumo de una naranja, el día que ya no estuviese más
tendría que seguir soportando a su fantasma. Te puedo asegurar que ha cumplido
su palabra. No sé que habría sido de mí si me faltara su voz y esa mano que me
jala de los pelos en los peores momentos y me regresa de las sombras a la luz,
su luz.