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jueves, 17 de septiembre de 2015
viernes, 24 de julio de 2015
jueves, 23 de octubre de 2014
domingo, 27 de mayo de 2012
Manny López: «Prefiero crear que destruir»
"A veces todo sale en inglés, o a medias, o no sale: I
would have to say I am an eternal researcher, someone with an
incredible memory, an avid collector, a man with an unquenchable thirst
to know more, to learn more every day…". Así se define
Manny López (Morón, Cuba, 1969), poeta, activista cultural y fundador de
la Galería Zu en Miami. En septiembre de 2011 publicó su primer libro
de poesía Yo, el arquero aquel, con Editorial Velámenes, tema, entre otros, del que habla en esta entrevista...
Llegas a Estados Unidos con diez años de edad. ¿Qué recuerdas de cuando saliste de Cuba?
Recuerdo que como niño al fin, cuando mi madre me dijo que nos íbamos, le dije que no me iría; esa fue la primera reacción. Yo era feliz en mi mundo, no conocía otra cosa, lo que tenía me parecía grandioso, los amigos, la escuela, los reglazos que le daba a los muchachos que repasaban en las tardes en el portal del patio... También recuerdo el día que nos fuimos, en cada esquina de cada pueblo que pasábamos había un coro griego que lanzaba las mismas palabras, palabras de odio, porque no sonaban nada agradable.
¿Llegaste solo o con tus padres? ¿Cómo fueron tus primeros tiempos en Estados Unidos?
Vinimos cinco. Mis padres y mis hermanos. Siempre me he adaptado rápidamente. Me sentí raro los primeros meses porque no hablaba inglés y al principio cuando nos reuníamos con primos, ellos, todos nacidos aquí, hablaban en inglés, y nosotros nos quedábamos en el aire. Pero me di a la tarea de aprender el idioma lo antes posible.
Aquí también sufrimos eso de las palabras feas. ¡Oh claro que sí! Recuerdo como los familiares en tono de juego nos decían "los escorias". Y en la escuela los que habían nacido aquí nos decían "refs", de refugiados, de forma despectiva.
Pero el tiempo pasó, y vino otra ola de cubanos, a quienes les dijeron "balseros".
Hace apenas unos meses publicas tu primer poemario 'Yo, el arquero aquel', bajo el sello editorial Velámenes. Has dicho que leyendo la poesía de tu amigo Juan Carlos Valls te llegó el impulso o la necesidad de tener tu propio libro, tu primer poemario. ¿Recuerdas algún poema en especial que te motivó?
No fue exactamente así como ocurrieron las cosas. Desde niño escribo para mí, como forma de terapia. Nunca había pensado que podía hacerlo profesionalmente, que lo que tenía que decir podía llamarle la atención a nadie. Tomaba un taller de poesía con la poeta Elena Tamargo, y una madrugada, leyendo la poesía de Juan Carlos Valls, sentí un dolor profundo en el pecho y pensé que me estaba dando otro ataque al corazón.
Pero al comentarle a Elena lo que me había pasado, ella me dijo: "No confundas esto que te ha pasado, esto es algo mucho más grande, esto es un llamado".
Y así ha sido. Ha sido el despertar que necesitaba, el impulso a atreverme a dejar que los demás me vean completamente desnudo a través de la poesía. Lo de publicar el libro vino mucho después. En ese momento no pensaba en nada más que en escribir, y en los momentos que vivía entonces. Pero sí recuerdo un poema en específico. He leído un poema de Diane Wakoski. Específicamente estos versos: pasarán veinte años/ y este poema será desempolvado/ por un muchacho a quien la gente/ (con el mismo cuchillo con que cercena/ el pan de cada día)/ habrá herido y dibujado una ventana/ para que otros pájaros/ violentados por la misma ironía de las palabras/ pongan en peligro la belleza del mundo.
¿Contaste con el apoyo o la ayuda de alguien en particular para preparar 'Yo, el arquero aquel'?
Elena me editó el libro. Lo revisó desde el principio. Adalberto Guerra también lo revisó, y amigos que leyeron mis poemas: Karin Aldrey, Juan Carlos Valls, Pedro Assef.
¿Tienes algún poema favorito de los que has recogido en el libro?
Este libro es un recuento de lo que me tocó vivir en un tiempo, el despertar a la poesía, los deseos de amar, y pedazos de momentos claves en mi vida que necesitaban tener un fin. Y aquí los logré cerrar.
Todo el libro está conectado. Es una historia de principio a fin. Me siento orgulloso de estos retoños. Hay uno en específico que quiero mucho...
¿Cómo se titula?
"He decidido perderme en poemas".
¿Y por qué lo prefieres?
Porque fue uno de los primeros poemas que escribí. Y porque el día que lo leí en público por primera vez, vi la reacción de alguien del público, y sentí que mis versos le hablaban.
En 2006 fundas la Galería Zu, un espacio alternativo en Miami. Allí organizas actividades hasta 2010. ¿Qué es lo más provechoso que pudieras decirnos en relación a ese trabajo de cuatro años?
Aprendí muchísimo. Conocí mucho de esta ciudad y de sus habitantes, cosas que no conocía de primera mano, solo de bocas ajenas. Conocí gente bella, a algunas de esas personas que hoy ocupan un lugar importante en mi vida. Descubrí que soy mucho más fuerte de lo que pensaba, y de lo que pensaban algunos. Le di el espacio que debía ocupar la poesía en mi vida. Fue muy buena experiencia.
¿Y qué es lo peor que recuerdas, si es que puedes contarnos?
No recuerdo nada malo ahora mismo... Hasta el cierre se ha convertido en algo positivo en mi vida.
Afortunadamente para los ávidos de encuentros literarios en Miami has vuelto con un nuevo espacio, esta vez en la Alianza Francesa. Cuéntanos de este Proyecto Zu, y lo que ocurrirá allí el tercer jueves de cada mes.
Es un proyecto que ya había empezado en diciembre del 2010, y que en el pasado septiembre tomó un descanso. Ahora vuelven esas Noches Literarias en la Alianza, que serán los terceros jueves de cada mes, y que ya están totalmente programadas hasta diciembre.
¿Piensas invitar solamente a poetas?
No, aquí habrá espacio para la literatura en general. Pero la poesía siempre viene primero en lo que hago.
Con este Proyecto Zu, ¿cuáles son las metas que te has trazado?
Seguir con lo que empecé en la Galería, una noche al mes donde las personas puedan venir a escuchar poesía, narrativa, en fin, donde puedan pasar unas horas agradables, y aprender a la vez, conocer escritores, y que los escritores encuentren nuevos lectores. Un círculo. Esto es un círculo donde todos salimos ganando.
¿Quiénes son esos autores o poetas que ya has programado para las Noches Literarias?
Estoy abriendo este ciclo con Aymara Aymerich (abril 19), y en mayo estará Emilio García Montiel, y en junio Félix Lizarraga...
¿Qué es lo que te hace crear estos espacios culturales en Miami?
La necesidad de devolver algo a esta comunidad, y a la vez hacerlo con algo que a mí me gusta tanto. Añoro espacios como en las grandes ciudades donde existen montones de tertulias y eventos culturales que enriquecen a tantas personas. Además, yo siempre prefiero crear que destruir. Aun con palabras.
¿Esperas algún tipo de recompensa por parte del público asistente a estos encuentros mensuales que planeas?
La recompensa es poder hacer esto, poder hacer lo que me gusta, como he dicho antes. Si vienen y les gusta lo que presenciaron, que pasen la voz. No espero nada más.
¿Tienes en mente escribir o preparar un nuevo libro de poesía?
No he dejado de escribir. Tengo varios proyectos ahora mismo, uno en inglés que casi está terminado.
¿Y por qué has preferido la poesía?
Porque la poesía me escogió a mí, me tomó de la mano y no he podido soltarla. Cada día la necesito más.
¿Dejarías Miami para instalarte en otro ciudad del mundo? De ser afirmativa la respuesta, cuál ciudad sería y por qué.
Sí, de hecho lo he pensado mucho últimamente. No tengo idea de a dónde irme, pero me gustaría mucho que fuera una ciudad del norte, más americana, que es el país donde realmente vivo. Miami, esta ciudad que ha heredado lo mejor y lo peor de Cuba, cada día anda peor, con muy mala energía.
¿Por qué dices eso de Miami?
No es Miami, somos los habitantes, específicamente los cubanos, que seguimos arrastrando los mismos fantasmas, las mismas malas mañas que aprendimos del comunismo, del castrismo, y cada día nos hacen más viles.
¿Te ataría algo a Miami?
Mi familia. Pero ella siempre me ha apoyado en mis decisiones. O sea, que no sería un problema.
Fuiste amigo de la poeta Elena Tamargo. Lamentablemente falleció. ¿Crees que se hubiera podido salvar de su enfermedad? ¿Cuál es el último recuerdo grato que conservas de ella?
No creo que se hubiera podido salvar, y ella lo sabía mejor que todos nosotros, pero Ele ha sido la persona más valiente que he conocido en mi vida. Tengo demasiados recuerdos suyos, y los guardo con mucho recelo, pero cierro los ojos y me viene a la mente su dulce sonrisa, y cómo me apretaba las manos, y el último domingo que habló. Habían unas personas que vinieron a rezar por ella, y ella estaba cansada y quería estar a solas conmigo y con Ena Columbié, que también estaba en ese momento, y me decía: "mijito tú me entiendes, ve y dile a la enfermera que ya puede venir, tú me entiendes". Y yo en el aire, hasta que me di de cuenta. Y, bueno, las personas se fueron, y ella, como hacía días que no la veía, me dijo: "ve y dile a Yvonne López Arenal que aquí esta Elena Tamargo, la próxima actriz de Akuara Teatro". Y nos reímos como niños traviesos.
¿Has vuelto a Cuba?
No he vuelto.
¿Desearías ir?
Muchas veces he tenido el mismo sueño: me bajo de un taxi a una cuadra de la que era mi casa y camino mirando de lado a lado, pero ya no conozco a nadie, ya no son las mismas personas que dejé. Entonces despierto y se me quitan las ganas. Serán miedos. Pero los deseos de volver han ido disminuyendo.
(Entrevista publicada en http://www.diariodecuba.com/cultura/10715-manny-lopez-prefiero-crear-que-destruir)
Llegas a Estados Unidos con diez años de edad. ¿Qué recuerdas de cuando saliste de Cuba?
Recuerdo que como niño al fin, cuando mi madre me dijo que nos íbamos, le dije que no me iría; esa fue la primera reacción. Yo era feliz en mi mundo, no conocía otra cosa, lo que tenía me parecía grandioso, los amigos, la escuela, los reglazos que le daba a los muchachos que repasaban en las tardes en el portal del patio... También recuerdo el día que nos fuimos, en cada esquina de cada pueblo que pasábamos había un coro griego que lanzaba las mismas palabras, palabras de odio, porque no sonaban nada agradable.
¿Llegaste solo o con tus padres? ¿Cómo fueron tus primeros tiempos en Estados Unidos?
Vinimos cinco. Mis padres y mis hermanos. Siempre me he adaptado rápidamente. Me sentí raro los primeros meses porque no hablaba inglés y al principio cuando nos reuníamos con primos, ellos, todos nacidos aquí, hablaban en inglés, y nosotros nos quedábamos en el aire. Pero me di a la tarea de aprender el idioma lo antes posible.
Aquí también sufrimos eso de las palabras feas. ¡Oh claro que sí! Recuerdo como los familiares en tono de juego nos decían "los escorias". Y en la escuela los que habían nacido aquí nos decían "refs", de refugiados, de forma despectiva.
Pero el tiempo pasó, y vino otra ola de cubanos, a quienes les dijeron "balseros".
Hace apenas unos meses publicas tu primer poemario 'Yo, el arquero aquel', bajo el sello editorial Velámenes. Has dicho que leyendo la poesía de tu amigo Juan Carlos Valls te llegó el impulso o la necesidad de tener tu propio libro, tu primer poemario. ¿Recuerdas algún poema en especial que te motivó?
No fue exactamente así como ocurrieron las cosas. Desde niño escribo para mí, como forma de terapia. Nunca había pensado que podía hacerlo profesionalmente, que lo que tenía que decir podía llamarle la atención a nadie. Tomaba un taller de poesía con la poeta Elena Tamargo, y una madrugada, leyendo la poesía de Juan Carlos Valls, sentí un dolor profundo en el pecho y pensé que me estaba dando otro ataque al corazón.
Pero al comentarle a Elena lo que me había pasado, ella me dijo: "No confundas esto que te ha pasado, esto es algo mucho más grande, esto es un llamado".
Y así ha sido. Ha sido el despertar que necesitaba, el impulso a atreverme a dejar que los demás me vean completamente desnudo a través de la poesía. Lo de publicar el libro vino mucho después. En ese momento no pensaba en nada más que en escribir, y en los momentos que vivía entonces. Pero sí recuerdo un poema en específico. He leído un poema de Diane Wakoski. Específicamente estos versos: pasarán veinte años/ y este poema será desempolvado/ por un muchacho a quien la gente/ (con el mismo cuchillo con que cercena/ el pan de cada día)/ habrá herido y dibujado una ventana/ para que otros pájaros/ violentados por la misma ironía de las palabras/ pongan en peligro la belleza del mundo.
¿Contaste con el apoyo o la ayuda de alguien en particular para preparar 'Yo, el arquero aquel'?
Elena me editó el libro. Lo revisó desde el principio. Adalberto Guerra también lo revisó, y amigos que leyeron mis poemas: Karin Aldrey, Juan Carlos Valls, Pedro Assef.
¿Tienes algún poema favorito de los que has recogido en el libro?
Este libro es un recuento de lo que me tocó vivir en un tiempo, el despertar a la poesía, los deseos de amar, y pedazos de momentos claves en mi vida que necesitaban tener un fin. Y aquí los logré cerrar.
Todo el libro está conectado. Es una historia de principio a fin. Me siento orgulloso de estos retoños. Hay uno en específico que quiero mucho...
¿Cómo se titula?
"He decidido perderme en poemas".
¿Y por qué lo prefieres?
Porque fue uno de los primeros poemas que escribí. Y porque el día que lo leí en público por primera vez, vi la reacción de alguien del público, y sentí que mis versos le hablaban.
En 2006 fundas la Galería Zu, un espacio alternativo en Miami. Allí organizas actividades hasta 2010. ¿Qué es lo más provechoso que pudieras decirnos en relación a ese trabajo de cuatro años?
Aprendí muchísimo. Conocí mucho de esta ciudad y de sus habitantes, cosas que no conocía de primera mano, solo de bocas ajenas. Conocí gente bella, a algunas de esas personas que hoy ocupan un lugar importante en mi vida. Descubrí que soy mucho más fuerte de lo que pensaba, y de lo que pensaban algunos. Le di el espacio que debía ocupar la poesía en mi vida. Fue muy buena experiencia.
¿Y qué es lo peor que recuerdas, si es que puedes contarnos?
No recuerdo nada malo ahora mismo... Hasta el cierre se ha convertido en algo positivo en mi vida.
Afortunadamente para los ávidos de encuentros literarios en Miami has vuelto con un nuevo espacio, esta vez en la Alianza Francesa. Cuéntanos de este Proyecto Zu, y lo que ocurrirá allí el tercer jueves de cada mes.
Es un proyecto que ya había empezado en diciembre del 2010, y que en el pasado septiembre tomó un descanso. Ahora vuelven esas Noches Literarias en la Alianza, que serán los terceros jueves de cada mes, y que ya están totalmente programadas hasta diciembre.
¿Piensas invitar solamente a poetas?
No, aquí habrá espacio para la literatura en general. Pero la poesía siempre viene primero en lo que hago.
Con este Proyecto Zu, ¿cuáles son las metas que te has trazado?
Seguir con lo que empecé en la Galería, una noche al mes donde las personas puedan venir a escuchar poesía, narrativa, en fin, donde puedan pasar unas horas agradables, y aprender a la vez, conocer escritores, y que los escritores encuentren nuevos lectores. Un círculo. Esto es un círculo donde todos salimos ganando.
¿Quiénes son esos autores o poetas que ya has programado para las Noches Literarias?
Estoy abriendo este ciclo con Aymara Aymerich (abril 19), y en mayo estará Emilio García Montiel, y en junio Félix Lizarraga...
¿Qué es lo que te hace crear estos espacios culturales en Miami?
La necesidad de devolver algo a esta comunidad, y a la vez hacerlo con algo que a mí me gusta tanto. Añoro espacios como en las grandes ciudades donde existen montones de tertulias y eventos culturales que enriquecen a tantas personas. Además, yo siempre prefiero crear que destruir. Aun con palabras.
¿Esperas algún tipo de recompensa por parte del público asistente a estos encuentros mensuales que planeas?
La recompensa es poder hacer esto, poder hacer lo que me gusta, como he dicho antes. Si vienen y les gusta lo que presenciaron, que pasen la voz. No espero nada más.
¿Tienes en mente escribir o preparar un nuevo libro de poesía?
No he dejado de escribir. Tengo varios proyectos ahora mismo, uno en inglés que casi está terminado.
¿Y por qué has preferido la poesía?
Porque la poesía me escogió a mí, me tomó de la mano y no he podido soltarla. Cada día la necesito más.
¿Dejarías Miami para instalarte en otro ciudad del mundo? De ser afirmativa la respuesta, cuál ciudad sería y por qué.
Sí, de hecho lo he pensado mucho últimamente. No tengo idea de a dónde irme, pero me gustaría mucho que fuera una ciudad del norte, más americana, que es el país donde realmente vivo. Miami, esta ciudad que ha heredado lo mejor y lo peor de Cuba, cada día anda peor, con muy mala energía.
¿Por qué dices eso de Miami?
No es Miami, somos los habitantes, específicamente los cubanos, que seguimos arrastrando los mismos fantasmas, las mismas malas mañas que aprendimos del comunismo, del castrismo, y cada día nos hacen más viles.
¿Te ataría algo a Miami?
Mi familia. Pero ella siempre me ha apoyado en mis decisiones. O sea, que no sería un problema.
Fuiste amigo de la poeta Elena Tamargo. Lamentablemente falleció. ¿Crees que se hubiera podido salvar de su enfermedad? ¿Cuál es el último recuerdo grato que conservas de ella?
No creo que se hubiera podido salvar, y ella lo sabía mejor que todos nosotros, pero Ele ha sido la persona más valiente que he conocido en mi vida. Tengo demasiados recuerdos suyos, y los guardo con mucho recelo, pero cierro los ojos y me viene a la mente su dulce sonrisa, y cómo me apretaba las manos, y el último domingo que habló. Habían unas personas que vinieron a rezar por ella, y ella estaba cansada y quería estar a solas conmigo y con Ena Columbié, que también estaba en ese momento, y me decía: "mijito tú me entiendes, ve y dile a la enfermera que ya puede venir, tú me entiendes". Y yo en el aire, hasta que me di de cuenta. Y, bueno, las personas se fueron, y ella, como hacía días que no la veía, me dijo: "ve y dile a Yvonne López Arenal que aquí esta Elena Tamargo, la próxima actriz de Akuara Teatro". Y nos reímos como niños traviesos.
¿Has vuelto a Cuba?
No he vuelto.
¿Desearías ir?
Muchas veces he tenido el mismo sueño: me bajo de un taxi a una cuadra de la que era mi casa y camino mirando de lado a lado, pero ya no conozco a nadie, ya no son las mismas personas que dejé. Entonces despierto y se me quitan las ganas. Serán miedos. Pero los deseos de volver han ido disminuyendo.
(Entrevista publicada en http://www.diariodecuba.com/cultura/10715-manny-lopez-prefiero-crear-que-destruir)
domingo, 6 de mayo de 2012
«La novela negra me escogió a mí» (Entrevista al escritor cubano Lorenzo Lunar sobre su libro Mundo de Sombras)
El escritor cubano Lorenzo Lunar (Santa Clara, 1958), cuenta con publicaciones como El último aliento (cuentos, 1995), Échame a mí la culpa (novela, 1999), Que en vez de infierno encuentres gloria (novela, 2003), con la que ha ganado premios tanto internacionales como nacionles. Pero ahora acaba de publicar una nueva novela: Mundo de sombras (Atmósfera Literaria), sobre la cual hemos dialogado, entre otros temas...
Generalmente se te conoce por escribir novela negra, a pesar de que también has escrito literatura para niños y jóvenes, libro de relato, o ensayos de crítica literaria, tanto dentro como fuera de Cuba. ¿Pero por qué esa preferencia por la novela negra?
Digamos que la novela negra me escogió a mí. Mi primer libro fue un libro de cuentos: El último aliento (Capiro, Santa Clara, 1994). Ahí estaba la semilla, por decirlo de alguna manera, de lo que después sería el grueso de mi obra. Es un libro de relatos que ocurren en un barrio marginal de la Cuba de aquel entonces, personajes populares: el borracho, la putica de esquina, el maceta cuyo dinero no lo exime de la miseria espiritual y mucho menos de la indigencia humana, y, especialmente, el emigrante, aquel que escapa del barrio como la Luisa, que se va casada con un "negro fino", dirigente en la capital, y un día vuelve a encontrarse con lo que nunca ha dejado de ser, o aquel prototipo de Leo Martín que emigra ilegalmente y acaba entre las ruedas de un camión en una calle de Miami.
Aquellos cuentos eran historias negras, y los personajes entelequias que se acomodaron muy fácilmente al género cuando, casi por juego, escribí Échame a mí la culpa, primera versión de lo que más adelante fuera Que en vez de infierno encuentres gloria, primera novela de la trilogía del barrio, compuesta además por La vida es un tango y Usted es la culpable.
En tu novela Mundo de sombras (Atmósfera Literaria, Madrid, 2012) desaparece una extranjera, y hay, entre otras cosas, un concierto de rock. ¿Existe algún tipo de preferencia por este género, o fue elegido al azar? ¿No pensaste en, digamos, un concierto de música barroca, o Hip Hop, tan popular en la Cuba actual?
Bueno, esta novela no ocurre en la Cuba actual. Es una novela que transcurre en los años noventa. La música es uno de los recursos en que me apoyo en gran parte de mi obra. Mundos de sombras tiene su escenario principal en el Club Paradiso, un lugar de la ciudad que caracteriza cada noche con un tipo de música diferente. La noche que la turista italiana Bianca Roxana Micussi llega a la ciudad y conoce al grupo de muchachos con los que compartirá sus noches de lujuria, es una noche de música popular cubana, en el escenario del Club Paradiso está un grupo de "cinco negritos viejos que tocan sones con la esperanza de que algún productor extranjero ponga su buena vista en ellos…"
Sin embargo, el grupo social al que pertenecen los muchachos que hacen migas con la italiana se desenvuelve, modas aparte, alrededor de la cultura del rock. No quiere esto decir que sea exclusivo de este sector de la juventud el consumo de drogas, el intercambio de parejas y otras prácticas libertinas. Tampoco que sea esta una condición sine qua non. Es, simplemente, parte del diseño de la novela y sus personajes.
Ahora, si de gustos musicales personales se trata puedo decir que he llegado a una edad, o consolidado una cultura, que me permite a la hora de elegir mi música preferida hacerlo por su calidad y no por el género.
¿Y por qué eliges ese título...?
La novela ocurre fundamentalmente de noche. Cuando no en la noche verdadera, sí en la noche metafórica. En las sombras que ocupan la mente y el alma de los infelices que caen en el barranco del consumo de drogas. Justo a la orilla de un barranco transcurre una de las escenas clímax de la historia.
¿Qué es el Club Paradiso? ¿Allí se permite todo menos cortarse las venas?
Así describo al Club Paradiso en la novela: "El Club Paradiso es un Proyecto Cultural del Centro de Artes Escénicas de La Ciudad. Fue bautizado así en honor a la novela del gran poeta [Lezama Lima], cuando este, después de "muerto en el olvido", dejó de ser estigmatizado para convertirse en bandera de politiqueros, pseudointelectuales y homosexuales. Esa misma fauna que ahora se reúne en el lugar, haciéndose de espacios según el día de la semana que sea: martes, rockeros sin tecnología y enfermos del SIDA; miércoles, comediantes frustrados, escritores insignificantes y alcohólicos arrepentidos; jueves, trovadores mediocres y puticas universitarias; viernes, viejos soneros con sus sacos de ilusiones a cuestas; sábados, lesbianas y travestis, homosexuales declarados y padres de familia que buscan, en las sombras del lugar, sexo y otras emociones prohibidas por la moral. El club tiene su sede en una de las tantas ruinas arquitectónicas del centro de La Ciudad".
El Club Paradiso, si alguien quiere buscarle un referente en la realidad, puede encontrarlo en el famoso Mejunje de Santa Clara. Pero no equivocarse: El Mejunje, con su gente, es uno de los lugares de mi ciudad que más defiendo y quiero. La realidad de una novela dista mucho de la realidad de la vida. En esto, generalmente, solo se equivocan aquellos que quieren equivocarse.
¿En Santa Clara tienes una peña literaria: La Piedra Lunar?
La Piedra Lunar es mi librería. Una tienda de libros viejos que llevo junto a la joven escritora Liany Vento. Esta librería también queremos que sea lo que comúnmente se conoce como un proyecto cultural, por eso convocamos a un concurso permanente de poesía: "El Poema del Mes". También tenemos una peña de amigos de la ciencia ficción y la fantasía: "Las Tardes de Korad". Ahora hemos convocado a un concurso de relatos policiales abierto para todos los escritores cubanos y que premiaremos en el verano de este año.
Los viernes tenemos nuestra peña "El Asere Ilustrado", así cerramos la semana. Esta peña es el escenario para la premiación del concurso mensual de poesía, descargas de música cubana, recitales de poesía… Se llama La Piedra Lunar jugando con mi apellido y con el título de ese clásico de la literatura universal que es también una insuperable joya de la literatura policial.
¿Propuesta general de esta nueva novela, Mundo de sombras?
Esta novela sale del barrio, ese cronotopo más cerrado en el que ocurre la trilogía del barrio que he mencionado antes. A la vez me ha permitido explorar otras posibilidades escriturales y estilísticas. Crear otros personajes y estudiar otras sicologías. En las novelas anteriores César es un personaje secundario, gris. Con Mundos de sombras comienza un ciclo (quizás sean también tres novelas, la segunda, Proyecto en negro, ya está terminada) que profundiza en la grisura de este personaje. Explorar la vida de un tipo como César siempre será bien interesante para el que lo lee, y mucho más para el que lo escribe.
¿Llegarán algunos ejemplares a Santa Clara? ¿Tienes planeado alguna presentación especial en La Piedra Lunar?
Luife Galeano, mi editor de Atmósfera Literaria, ha tenido la gentileza de destinar cien ejemplares de la novela para su distribución en Cuba. Esperábamos que estuvieran para la Feria del Libro de Santa Clara que comenzaba el día 22 de febrero. Estábamos todos muy entusiasmados, incluyendo a los organizadores del evento. Pero hubo atrasos en la imprenta. De cualquier manera, esperamos que estos ejemplares estén aquí en marzo. Entonces haremos algunas presentaciones: en La Piedra Lunar y en otras instituciones culturales de la ciudad de Santa Clara y del resto del país.
Y después de Mundo de sombras…
Tengo planteada la novela Padre muerto, mi segunda novela habanera (la primera es Dónde estás corazón, publicada por la editorial española Arcopress en 2009). Tendrá como centro las muertes de un par de curas y las relaciones Estado-Iglesia-Sociedad. También tengo planteada una fantasía heroica: Friedrich Amadeus y el síndrome vertiginoso, un homenaje a mi maestro Agustín de Rojas, a quien perdimos hace unos meses.
Por otra parte estoy enfrascado en la investigación de la vida de Félix Lunar, dirigente sindicalista anarquista español que participó en las revueltas de Río Tinto, Huelva a fines del siglo XIX y principios del XX. La novela resultante de esta investigación será también una pesquisa sobre la fundación de la familia Lunar, en Mataguá, pueblito cercano a Santa Clara, anclado en las faldas del Escambray, adonde fue a parar mi bisabuelo Gregorio al llegar emigrando desde Andalucía.
¿Crees que los lectores interesados en la novela negra cubana quedarán satisfechos con la lectura de Mundo de sombras?
Eso espero. De todas formas, el lector debe decir la última palabra. Por suerte tengo lectores que buscan mis novelas. En Cuba mis libros se agotan enseguida, fuera de Cuba se han vendido bien, y espero que éste se venda mejor pues Atmósfera Literaria tiene planteado un programa promocional muy serio.
Creo que es una buena novela, capaz de satisfacer las exigencias del lector, así lo piensa también mi editor y los amigos que me han acompañado en el proceso de creación de ella. Por el momento, yo solo puedo decir esa frase coloquial de la marginalidad cubana: "Voy a mí".
(entrevista publicada en http://www.diariodecuba.com)
Generalmente se te conoce por escribir novela negra, a pesar de que también has escrito literatura para niños y jóvenes, libro de relato, o ensayos de crítica literaria, tanto dentro como fuera de Cuba. ¿Pero por qué esa preferencia por la novela negra?
Digamos que la novela negra me escogió a mí. Mi primer libro fue un libro de cuentos: El último aliento (Capiro, Santa Clara, 1994). Ahí estaba la semilla, por decirlo de alguna manera, de lo que después sería el grueso de mi obra. Es un libro de relatos que ocurren en un barrio marginal de la Cuba de aquel entonces, personajes populares: el borracho, la putica de esquina, el maceta cuyo dinero no lo exime de la miseria espiritual y mucho menos de la indigencia humana, y, especialmente, el emigrante, aquel que escapa del barrio como la Luisa, que se va casada con un "negro fino", dirigente en la capital, y un día vuelve a encontrarse con lo que nunca ha dejado de ser, o aquel prototipo de Leo Martín que emigra ilegalmente y acaba entre las ruedas de un camión en una calle de Miami.
Aquellos cuentos eran historias negras, y los personajes entelequias que se acomodaron muy fácilmente al género cuando, casi por juego, escribí Échame a mí la culpa, primera versión de lo que más adelante fuera Que en vez de infierno encuentres gloria, primera novela de la trilogía del barrio, compuesta además por La vida es un tango y Usted es la culpable.
En tu novela Mundo de sombras (Atmósfera Literaria, Madrid, 2012) desaparece una extranjera, y hay, entre otras cosas, un concierto de rock. ¿Existe algún tipo de preferencia por este género, o fue elegido al azar? ¿No pensaste en, digamos, un concierto de música barroca, o Hip Hop, tan popular en la Cuba actual?
Bueno, esta novela no ocurre en la Cuba actual. Es una novela que transcurre en los años noventa. La música es uno de los recursos en que me apoyo en gran parte de mi obra. Mundos de sombras tiene su escenario principal en el Club Paradiso, un lugar de la ciudad que caracteriza cada noche con un tipo de música diferente. La noche que la turista italiana Bianca Roxana Micussi llega a la ciudad y conoce al grupo de muchachos con los que compartirá sus noches de lujuria, es una noche de música popular cubana, en el escenario del Club Paradiso está un grupo de "cinco negritos viejos que tocan sones con la esperanza de que algún productor extranjero ponga su buena vista en ellos…"
Sin embargo, el grupo social al que pertenecen los muchachos que hacen migas con la italiana se desenvuelve, modas aparte, alrededor de la cultura del rock. No quiere esto decir que sea exclusivo de este sector de la juventud el consumo de drogas, el intercambio de parejas y otras prácticas libertinas. Tampoco que sea esta una condición sine qua non. Es, simplemente, parte del diseño de la novela y sus personajes.
Ahora, si de gustos musicales personales se trata puedo decir que he llegado a una edad, o consolidado una cultura, que me permite a la hora de elegir mi música preferida hacerlo por su calidad y no por el género.
¿Y por qué eliges ese título...?
La novela ocurre fundamentalmente de noche. Cuando no en la noche verdadera, sí en la noche metafórica. En las sombras que ocupan la mente y el alma de los infelices que caen en el barranco del consumo de drogas. Justo a la orilla de un barranco transcurre una de las escenas clímax de la historia.
¿Qué es el Club Paradiso? ¿Allí se permite todo menos cortarse las venas?
Así describo al Club Paradiso en la novela: "El Club Paradiso es un Proyecto Cultural del Centro de Artes Escénicas de La Ciudad. Fue bautizado así en honor a la novela del gran poeta [Lezama Lima], cuando este, después de "muerto en el olvido", dejó de ser estigmatizado para convertirse en bandera de politiqueros, pseudointelectuales y homosexuales. Esa misma fauna que ahora se reúne en el lugar, haciéndose de espacios según el día de la semana que sea: martes, rockeros sin tecnología y enfermos del SIDA; miércoles, comediantes frustrados, escritores insignificantes y alcohólicos arrepentidos; jueves, trovadores mediocres y puticas universitarias; viernes, viejos soneros con sus sacos de ilusiones a cuestas; sábados, lesbianas y travestis, homosexuales declarados y padres de familia que buscan, en las sombras del lugar, sexo y otras emociones prohibidas por la moral. El club tiene su sede en una de las tantas ruinas arquitectónicas del centro de La Ciudad".
El Club Paradiso, si alguien quiere buscarle un referente en la realidad, puede encontrarlo en el famoso Mejunje de Santa Clara. Pero no equivocarse: El Mejunje, con su gente, es uno de los lugares de mi ciudad que más defiendo y quiero. La realidad de una novela dista mucho de la realidad de la vida. En esto, generalmente, solo se equivocan aquellos que quieren equivocarse.
¿En Santa Clara tienes una peña literaria: La Piedra Lunar?
La Piedra Lunar es mi librería. Una tienda de libros viejos que llevo junto a la joven escritora Liany Vento. Esta librería también queremos que sea lo que comúnmente se conoce como un proyecto cultural, por eso convocamos a un concurso permanente de poesía: "El Poema del Mes". También tenemos una peña de amigos de la ciencia ficción y la fantasía: "Las Tardes de Korad". Ahora hemos convocado a un concurso de relatos policiales abierto para todos los escritores cubanos y que premiaremos en el verano de este año.
Los viernes tenemos nuestra peña "El Asere Ilustrado", así cerramos la semana. Esta peña es el escenario para la premiación del concurso mensual de poesía, descargas de música cubana, recitales de poesía… Se llama La Piedra Lunar jugando con mi apellido y con el título de ese clásico de la literatura universal que es también una insuperable joya de la literatura policial.
¿Propuesta general de esta nueva novela, Mundo de sombras?
Esta novela sale del barrio, ese cronotopo más cerrado en el que ocurre la trilogía del barrio que he mencionado antes. A la vez me ha permitido explorar otras posibilidades escriturales y estilísticas. Crear otros personajes y estudiar otras sicologías. En las novelas anteriores César es un personaje secundario, gris. Con Mundos de sombras comienza un ciclo (quizás sean también tres novelas, la segunda, Proyecto en negro, ya está terminada) que profundiza en la grisura de este personaje. Explorar la vida de un tipo como César siempre será bien interesante para el que lo lee, y mucho más para el que lo escribe.
¿Llegarán algunos ejemplares a Santa Clara? ¿Tienes planeado alguna presentación especial en La Piedra Lunar?
Luife Galeano, mi editor de Atmósfera Literaria, ha tenido la gentileza de destinar cien ejemplares de la novela para su distribución en Cuba. Esperábamos que estuvieran para la Feria del Libro de Santa Clara que comenzaba el día 22 de febrero. Estábamos todos muy entusiasmados, incluyendo a los organizadores del evento. Pero hubo atrasos en la imprenta. De cualquier manera, esperamos que estos ejemplares estén aquí en marzo. Entonces haremos algunas presentaciones: en La Piedra Lunar y en otras instituciones culturales de la ciudad de Santa Clara y del resto del país.
Y después de Mundo de sombras…
Tengo planteada la novela Padre muerto, mi segunda novela habanera (la primera es Dónde estás corazón, publicada por la editorial española Arcopress en 2009). Tendrá como centro las muertes de un par de curas y las relaciones Estado-Iglesia-Sociedad. También tengo planteada una fantasía heroica: Friedrich Amadeus y el síndrome vertiginoso, un homenaje a mi maestro Agustín de Rojas, a quien perdimos hace unos meses.
Por otra parte estoy enfrascado en la investigación de la vida de Félix Lunar, dirigente sindicalista anarquista español que participó en las revueltas de Río Tinto, Huelva a fines del siglo XIX y principios del XX. La novela resultante de esta investigación será también una pesquisa sobre la fundación de la familia Lunar, en Mataguá, pueblito cercano a Santa Clara, anclado en las faldas del Escambray, adonde fue a parar mi bisabuelo Gregorio al llegar emigrando desde Andalucía.
¿Crees que los lectores interesados en la novela negra cubana quedarán satisfechos con la lectura de Mundo de sombras?
Eso espero. De todas formas, el lector debe decir la última palabra. Por suerte tengo lectores que buscan mis novelas. En Cuba mis libros se agotan enseguida, fuera de Cuba se han vendido bien, y espero que éste se venda mejor pues Atmósfera Literaria tiene planteado un programa promocional muy serio.
Creo que es una buena novela, capaz de satisfacer las exigencias del lector, así lo piensa también mi editor y los amigos que me han acompañado en el proceso de creación de ella. Por el momento, yo solo puedo decir esa frase coloquial de la marginalidad cubana: "Voy a mí".
(entrevista publicada en http://www.diariodecuba.com)
viernes, 2 de marzo de 2012
"Martí nos dejó a todos un poco huérfanos" (Entrevista a Antonio Álvarez Gil sobre su novela Las Largas Horas de la Noche)
Desde Estocolmo, Antonio Álvarez Gil (La Habana, Cuba, 1947) escribe como mismo ha hecho desde antes de que en 1986 apareciera su libro de cuentos Una muchacha en el andén (Premio David, 1983), otorgado por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Siguieron otros títulos —Fin del capítulo ruso, Naufragios, Deliro Nórdico…— hasta el más reciente, Perdido en Buenos Aires (XIV Premio Vargas Llosa de Literatura), que recrea uno de los encuentros de ajedrez más apasionantes que se recuerdan a nivel mundial, el del cubano José Raúl Capablanca y el ruso Alexander Alekhine.
Sin embargo, hay otra novela, publicada mucho antes, que parte también de un hecho histórico. Las largas horas de la noche (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2003)y que se basa en La niña de Guatemala, el poema que José Martí escribiera alrededor de su encuentro con María García Granados, tema del que he conversado con su autor.
¿Qué te llevó a escribir sobre este idilio entre María García Granados, 'la niña de Guatemala', y Martí?
Siempre sentí curiosidad por esta página de la vida de Martí. En Cuba la gente habla de este tema apenas sin conocerlo. Es más, en alguna ocasión he podido oír chistes y hasta frases zafias al respecto. Por obra y gracia del célebre choteo cubano, se ha llegado a convertir un episodio de índole romántica, de quien fue, en mi opinión, uno de los cubanos más nobles de todos los tiempos, en un relato chusco, indigno.
A mediados de los años 80, el Canal 6 de la Televisión Cubana tuvo la idea de realizar una serie de ficción sobre la vida de Martí. Yo estuve entre los escritores que aceptaron encargarse de una parte del argumento, y escogí el episodio de Martí en Guatemala y su relación con María García Granados. Más tarde, una serie de circunstancias me llevaron a plantearme su conversión en un texto novelístico.
¿Cómo fue el proceso investigativo sobre María García Granados y aquellos días de 1877 y 1878?
Tuve que trabajar muchísimo en la búsqueda de información (sin la ayuda de Internet, por cierto) y en la reconstrucción histórica del mundo en que vivieron Martí y María García Granados. En los inicios del proyecto televisivo me presentaron a Lilian Llerena, que había sido designada para dirigir la serie. Lilian había reunido un gran número de libros sobre la vida y la obra de Martí, algunos de ellos sacados para la ocasión de las bóvedas de la Biblioteca Nacional. Pude disponer de ellos, y me sirvieron para reconstruir la Guatemala de la época y, sobre todo, la vida y la actividad de Martí en aquel país. Recuerdo con nostalgia las horas de trabajo con Lilian Llerena, que era una persona y una artista exquisita desde todos los puntos de vista.
Fue un tiempo muy hermoso, de mucho trabajo colectivo y de mucha ilusión por el proyecto. Finalmente, el guión fue aprobado y yo salí de Cuba para ir a trabajar por unos años a Moscú. Cuando regresé de vacaciones, Lilian me contó que el proyecto hacía aguas. No sólo no avanzaba, sino que, según le parecía a ella, estaba a punto de ser suspendido. Lilian se sentía muy decepcionada de todo y con todos. Y como yo no quería que mi trabajo se perdiera, me propuse escribir una novela sobre el tema. Entonces me llevé mi manuscrito y mis notas para Moscú y empecé a escribir. Al cabo del año, más o menos, la novela estuvo lista.
En esta novela se lee: 'Hace seis días que llegaste a Guatemala, y no has venido a verme. ¿Por qué eludes tu visita? Yo no tengo resentimiento contigo, porque tú siempre me hablaste con sinceridad respecto a tu situación moral de compromiso de matrimonio con la señorita Zayas Bazán'. ¿Qué crees que pudiera haber cambiado la historia real de no haber sido eludida aquella visita que María tanto deseó?
Pese a que ha pasado el tiempo, recuerdo los "análisis" a los que sometíamos a Martí. Era muy difícil entrar en su alma e interpretar su pensamiento, que por entonces era el de un joven de 24 años. Y aún más difícil resultaba conocer la naturaleza y el alcance de las emociones que sintió en aquellos tiempos. Sabíamos de algunos hechos, pero era difícil sacar conclusiones. Y no obstante, había que hacerlo, tratar de sacar algo en limpio, aunque resultaran meras suposiciones. Por ejemplo, las palabras de María que citas, pertenecen a una carta real. Es igualmente real el dato de que, tras su regreso de México y casado ya con Carmen Zayas Bazán, Martí no pasara por casa de la joven. Pero los motivos para ello ya entran en el campo de las especulaciones.
Yo pienso que el hecho de que él evitara enfrentarse a ella, habla por sí solo del dilema en que el joven Martí se debatía por entonces. Soy del criterio que, de haberla visitado, nada habría cambiado sustancialmente. Sólo que el Maestro se habría sentido un poco peor, un poco más culpable, tal vez. Hay que tener en cuenta que José Martí era un hombre profundamente honrado. Es más, los códigos de honor que rigieron siempre su actuación lo llevaron, como se sabe, a ofrendar la vida por la patria.
¿Hasta qué punto te influyó en lo personal esta relación de María García Granados y Martí?
Un idilio que termina en tragedia, en muerte, puede siempre emocionar a un escritor. María era una joven culta e inteligente. Tocaba el piano, cantaba con sus hermanas y amaba la poesía. Solía participar en las tertulias que su padre organizaba en el salón de su casa. Allí seguramente conoció a buena parte de la élite de la ciudad. Pero, pese a su procedencia social y su juventud, tenía puntos de vista muy avanzados para su época. Imagino que sus ideas debieron de coincidir en muchos aspectos con las ideas de Martí.
En la medida en que estudiaba y conocía mejor a la muchacha, yo veía que los protagonistas del idilio tenían mucho en común. Y me metí tan profundamente en aquellos días guatemaltecos de Martí, que a veces me parecía ser testigo de sus conversaciones. Me hice una idea de la casa, de sus salones, de los personajes y de la tertulia donde se conocieron el poeta y la joven. Luego mi imaginación siguió fabricando momentos, viendo imágenes de aquel tiempo, reconstruyendo su mundo y —lo peor de todo— avanzando hacia un momento que yo sabía habría de llegar: el casamiento de Martí con su prometida en México, su regreso a Guatemala y la posterior muerte de María. Esto era algo que yo no podía cambiar. Escribía y sabía que, aunque no lo quisiera, tendría que llegar a ese punto. Sabía también que, años más tarde, en Nueva York, Martí se reconocería a sí mismo el error y escribiría su célebre poema. Y ese desgarramiento de su alma no podía dejar de sacudirme a mí, un cubano que admiraba —y admira—al más insigne de todos nosotros.
¿Cómo es que Martí, comprometido con Carmen Zayas Bazán, se ve envuelto en este idilio?
En mi opinión, es imposible dar respuesta a todo lo que ocurre en el alma de las personas. La química de los sentimientos no obedece a leyes naturales. La afinidad, la inclinación y el amor entre las personas no son el resultado de una operación matemática. De manera que no podría emitir un juicio categórico al respecto. Como he dicho, tanto Lilian Llerena como yo tratamos de bucear en las profundidades del alma de Martí. Analizamos verso a verso los poemas que escribió en Guatemala (dos de ellos dedicados a María) y de determinar hasta qué punto su actuación respondía a un sentimiento amoroso, un deseo de aventura, un flirteo o a un sentimiento de carácter más bien platónico, producto de la innegable atracción que la muchacha guatemalteca debió de ejercer sobre su alma.
Seguramente habrá especialistas en Martí, estudiosos de su vida y su obra, o simples iluminados, que puedan pronunciar un dictamen. Yo sólo soy un novelista que, impresionado por el idilio y su final trágico, construyó una fábula donde lo único rigurosamente cierto es que Martí se casó con su prometida, la señorita Carmen Zayas Bazán, que regresó desposado con ella y que María García Granados murió a los pocos meses de la llegada de la pareja. Lo demás está fuera del alcance de mis conocimientos objetivos del tema. En cualquier caso, prefiero quedarme con la historia que concebí y que puede leerse en la novela.
¿Podría conocer tu visión personal sobre Martí? ¿Cómo lo ves más allá de su imagen de mártir?
José Martí es, en mi opinión, uno de los hombres más grandes que ha existido jamás. Su temprana muerte nos privó de una obra que pudo haber sido incomparablemente mayor a la que conocemos. Lo que escribió, sin embargo, es más que suficiente para colocarlo en el lugar que ocupa en las letras hispanas. Y no sólo hispanas. Martí escribió hermosos artículos en inglés y en francés, conoció y habló sobre la literatura y el arte de numerosos países. Resulta increíble cómo podía leer tanto, ver tantos cuadros y estar en tantos sitios a la vez. Y todo sin abandonar su ideal supremo: la fundación de un estado libre y moderno en la tierra en la que había nacido. Yo pienso que es una pena que haya sacrificado su vida en ese empeño. Habría sido mucho mejor para todos nosotros, para su país, para la cultura universal, si él se hubiera mantenido un poco más alejado de las balas.
Pero las cosas son como son y no como uno quisiera que fueran. José Martí murió a los 42 años y nos dejó a todos un poco huérfanos.
Martí es, por cierto, uno de las pocos símbolos nacionales que une a todos los cubanos.
El manuscrito original de la novela lo perdiste en Moscú…
La primera versión —Moscú, 1989 o algo así— me fue sustraída de mi automóvil, que estaba aparcado en el centro de la ciudad. Quien robó el manuscrito andaba en busca de otras cosas; pero se llevó el maletín que contenía los papeles y éstos no aparecieron jamás. Yo no tenía copia. Me quedaron solamente las primeras páginas y unas cuantas notas y apuntes de mis visitas a la Biblioteca Internacional de Moscú, donde había pasado tardes y noches buscando datos en libros y periódicos viejos. A los pocos días del robo traté de ponerme de nuevo a trabajar en el texto, pero no resultó. No podía concentrarme, escribir ni leer nada sobre el tema.
Así las cosas, decidí dejarlo. Por aquel tiempo, el difunto Justo Vasco —que era un buen amigo mío y había sido la única persona que había leído el manuscrito terminado— me dijo que iba a tratar de ayudarme a conseguir una de las becas de creación que por entonces otorgaba la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Vasco era por entonces uno de los dirigentes de la Asociación de Escritores). En definitiva, cuando regresé a Cuba, pude disponer de esa beca, que se extendió por espacio de seis meses, a partir de enero de 1991. No era mucho dinero, pero me permitió quedarme en casa trabajando, ir de nuevo a los libros que pude conseguir en La Habana y escribir otra vez la novela. Creo que esta segunda versión quedó mejor que la primera; aunque esto, desde luego, es del todo imposible de comprobar.
¿Y qué escribes por estos días?
Estoy terminando un libro de relatos que se desarrollan en Suecia o que tienen que ver con este país, doce cuentos de carácter monotemático. He querido poner de manifiesto mi agradecimiento a Suecia, el país que me acogió en su día y que me ha permitido seguir adelante con mi carrera de escritor. En todos los relatos del libro hay personajes inspirados en prototipos suecos.
También, desde luego, cubanos, que en ocasiones son quienes ven y relatan los hechos fabulares. Y en uno de los cuentos reservo el papel de narrador y héroe central para un personaje que está muy cerca del autor del libro, que se titula Aterriza entre los pinos.
¿Te sientes satisfecho con lo logrado hasta hoy?
No, no lo estoy. Es cierto que he publicado algunos libros y ganado algunos premios, pero todavía estoy muy lejos de lo que creo que puedo llegar a escribir. Todavía tengo mucho que aprender en mi oficio, mucho que mejorar y mucho campo por delante para continuar creciendo. Es más, me parece que siempre será así.
(entrevista publicada en http://www.diariodecuba.com.)
Sin embargo, hay otra novela, publicada mucho antes, que parte también de un hecho histórico. Las largas horas de la noche (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2003)y que se basa en La niña de Guatemala, el poema que José Martí escribiera alrededor de su encuentro con María García Granados, tema del que he conversado con su autor.
¿Qué te llevó a escribir sobre este idilio entre María García Granados, 'la niña de Guatemala', y Martí?
Siempre sentí curiosidad por esta página de la vida de Martí. En Cuba la gente habla de este tema apenas sin conocerlo. Es más, en alguna ocasión he podido oír chistes y hasta frases zafias al respecto. Por obra y gracia del célebre choteo cubano, se ha llegado a convertir un episodio de índole romántica, de quien fue, en mi opinión, uno de los cubanos más nobles de todos los tiempos, en un relato chusco, indigno.
A mediados de los años 80, el Canal 6 de la Televisión Cubana tuvo la idea de realizar una serie de ficción sobre la vida de Martí. Yo estuve entre los escritores que aceptaron encargarse de una parte del argumento, y escogí el episodio de Martí en Guatemala y su relación con María García Granados. Más tarde, una serie de circunstancias me llevaron a plantearme su conversión en un texto novelístico.
¿Cómo fue el proceso investigativo sobre María García Granados y aquellos días de 1877 y 1878?
Tuve que trabajar muchísimo en la búsqueda de información (sin la ayuda de Internet, por cierto) y en la reconstrucción histórica del mundo en que vivieron Martí y María García Granados. En los inicios del proyecto televisivo me presentaron a Lilian Llerena, que había sido designada para dirigir la serie. Lilian había reunido un gran número de libros sobre la vida y la obra de Martí, algunos de ellos sacados para la ocasión de las bóvedas de la Biblioteca Nacional. Pude disponer de ellos, y me sirvieron para reconstruir la Guatemala de la época y, sobre todo, la vida y la actividad de Martí en aquel país. Recuerdo con nostalgia las horas de trabajo con Lilian Llerena, que era una persona y una artista exquisita desde todos los puntos de vista.
Fue un tiempo muy hermoso, de mucho trabajo colectivo y de mucha ilusión por el proyecto. Finalmente, el guión fue aprobado y yo salí de Cuba para ir a trabajar por unos años a Moscú. Cuando regresé de vacaciones, Lilian me contó que el proyecto hacía aguas. No sólo no avanzaba, sino que, según le parecía a ella, estaba a punto de ser suspendido. Lilian se sentía muy decepcionada de todo y con todos. Y como yo no quería que mi trabajo se perdiera, me propuse escribir una novela sobre el tema. Entonces me llevé mi manuscrito y mis notas para Moscú y empecé a escribir. Al cabo del año, más o menos, la novela estuvo lista.
En esta novela se lee: 'Hace seis días que llegaste a Guatemala, y no has venido a verme. ¿Por qué eludes tu visita? Yo no tengo resentimiento contigo, porque tú siempre me hablaste con sinceridad respecto a tu situación moral de compromiso de matrimonio con la señorita Zayas Bazán'. ¿Qué crees que pudiera haber cambiado la historia real de no haber sido eludida aquella visita que María tanto deseó?
Pese a que ha pasado el tiempo, recuerdo los "análisis" a los que sometíamos a Martí. Era muy difícil entrar en su alma e interpretar su pensamiento, que por entonces era el de un joven de 24 años. Y aún más difícil resultaba conocer la naturaleza y el alcance de las emociones que sintió en aquellos tiempos. Sabíamos de algunos hechos, pero era difícil sacar conclusiones. Y no obstante, había que hacerlo, tratar de sacar algo en limpio, aunque resultaran meras suposiciones. Por ejemplo, las palabras de María que citas, pertenecen a una carta real. Es igualmente real el dato de que, tras su regreso de México y casado ya con Carmen Zayas Bazán, Martí no pasara por casa de la joven. Pero los motivos para ello ya entran en el campo de las especulaciones.
Yo pienso que el hecho de que él evitara enfrentarse a ella, habla por sí solo del dilema en que el joven Martí se debatía por entonces. Soy del criterio que, de haberla visitado, nada habría cambiado sustancialmente. Sólo que el Maestro se habría sentido un poco peor, un poco más culpable, tal vez. Hay que tener en cuenta que José Martí era un hombre profundamente honrado. Es más, los códigos de honor que rigieron siempre su actuación lo llevaron, como se sabe, a ofrendar la vida por la patria.
¿Hasta qué punto te influyó en lo personal esta relación de María García Granados y Martí?
Un idilio que termina en tragedia, en muerte, puede siempre emocionar a un escritor. María era una joven culta e inteligente. Tocaba el piano, cantaba con sus hermanas y amaba la poesía. Solía participar en las tertulias que su padre organizaba en el salón de su casa. Allí seguramente conoció a buena parte de la élite de la ciudad. Pero, pese a su procedencia social y su juventud, tenía puntos de vista muy avanzados para su época. Imagino que sus ideas debieron de coincidir en muchos aspectos con las ideas de Martí.
En la medida en que estudiaba y conocía mejor a la muchacha, yo veía que los protagonistas del idilio tenían mucho en común. Y me metí tan profundamente en aquellos días guatemaltecos de Martí, que a veces me parecía ser testigo de sus conversaciones. Me hice una idea de la casa, de sus salones, de los personajes y de la tertulia donde se conocieron el poeta y la joven. Luego mi imaginación siguió fabricando momentos, viendo imágenes de aquel tiempo, reconstruyendo su mundo y —lo peor de todo— avanzando hacia un momento que yo sabía habría de llegar: el casamiento de Martí con su prometida en México, su regreso a Guatemala y la posterior muerte de María. Esto era algo que yo no podía cambiar. Escribía y sabía que, aunque no lo quisiera, tendría que llegar a ese punto. Sabía también que, años más tarde, en Nueva York, Martí se reconocería a sí mismo el error y escribiría su célebre poema. Y ese desgarramiento de su alma no podía dejar de sacudirme a mí, un cubano que admiraba —y admira—al más insigne de todos nosotros.
¿Cómo es que Martí, comprometido con Carmen Zayas Bazán, se ve envuelto en este idilio?
En mi opinión, es imposible dar respuesta a todo lo que ocurre en el alma de las personas. La química de los sentimientos no obedece a leyes naturales. La afinidad, la inclinación y el amor entre las personas no son el resultado de una operación matemática. De manera que no podría emitir un juicio categórico al respecto. Como he dicho, tanto Lilian Llerena como yo tratamos de bucear en las profundidades del alma de Martí. Analizamos verso a verso los poemas que escribió en Guatemala (dos de ellos dedicados a María) y de determinar hasta qué punto su actuación respondía a un sentimiento amoroso, un deseo de aventura, un flirteo o a un sentimiento de carácter más bien platónico, producto de la innegable atracción que la muchacha guatemalteca debió de ejercer sobre su alma.
Seguramente habrá especialistas en Martí, estudiosos de su vida y su obra, o simples iluminados, que puedan pronunciar un dictamen. Yo sólo soy un novelista que, impresionado por el idilio y su final trágico, construyó una fábula donde lo único rigurosamente cierto es que Martí se casó con su prometida, la señorita Carmen Zayas Bazán, que regresó desposado con ella y que María García Granados murió a los pocos meses de la llegada de la pareja. Lo demás está fuera del alcance de mis conocimientos objetivos del tema. En cualquier caso, prefiero quedarme con la historia que concebí y que puede leerse en la novela.
¿Podría conocer tu visión personal sobre Martí? ¿Cómo lo ves más allá de su imagen de mártir?
José Martí es, en mi opinión, uno de los hombres más grandes que ha existido jamás. Su temprana muerte nos privó de una obra que pudo haber sido incomparablemente mayor a la que conocemos. Lo que escribió, sin embargo, es más que suficiente para colocarlo en el lugar que ocupa en las letras hispanas. Y no sólo hispanas. Martí escribió hermosos artículos en inglés y en francés, conoció y habló sobre la literatura y el arte de numerosos países. Resulta increíble cómo podía leer tanto, ver tantos cuadros y estar en tantos sitios a la vez. Y todo sin abandonar su ideal supremo: la fundación de un estado libre y moderno en la tierra en la que había nacido. Yo pienso que es una pena que haya sacrificado su vida en ese empeño. Habría sido mucho mejor para todos nosotros, para su país, para la cultura universal, si él se hubiera mantenido un poco más alejado de las balas.
Pero las cosas son como son y no como uno quisiera que fueran. José Martí murió a los 42 años y nos dejó a todos un poco huérfanos.
Martí es, por cierto, uno de las pocos símbolos nacionales que une a todos los cubanos.
El manuscrito original de la novela lo perdiste en Moscú…
La primera versión —Moscú, 1989 o algo así— me fue sustraída de mi automóvil, que estaba aparcado en el centro de la ciudad. Quien robó el manuscrito andaba en busca de otras cosas; pero se llevó el maletín que contenía los papeles y éstos no aparecieron jamás. Yo no tenía copia. Me quedaron solamente las primeras páginas y unas cuantas notas y apuntes de mis visitas a la Biblioteca Internacional de Moscú, donde había pasado tardes y noches buscando datos en libros y periódicos viejos. A los pocos días del robo traté de ponerme de nuevo a trabajar en el texto, pero no resultó. No podía concentrarme, escribir ni leer nada sobre el tema.
Así las cosas, decidí dejarlo. Por aquel tiempo, el difunto Justo Vasco —que era un buen amigo mío y había sido la única persona que había leído el manuscrito terminado— me dijo que iba a tratar de ayudarme a conseguir una de las becas de creación que por entonces otorgaba la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Vasco era por entonces uno de los dirigentes de la Asociación de Escritores). En definitiva, cuando regresé a Cuba, pude disponer de esa beca, que se extendió por espacio de seis meses, a partir de enero de 1991. No era mucho dinero, pero me permitió quedarme en casa trabajando, ir de nuevo a los libros que pude conseguir en La Habana y escribir otra vez la novela. Creo que esta segunda versión quedó mejor que la primera; aunque esto, desde luego, es del todo imposible de comprobar.
¿Y qué escribes por estos días?
Estoy terminando un libro de relatos que se desarrollan en Suecia o que tienen que ver con este país, doce cuentos de carácter monotemático. He querido poner de manifiesto mi agradecimiento a Suecia, el país que me acogió en su día y que me ha permitido seguir adelante con mi carrera de escritor. En todos los relatos del libro hay personajes inspirados en prototipos suecos.
También, desde luego, cubanos, que en ocasiones son quienes ven y relatan los hechos fabulares. Y en uno de los cuentos reservo el papel de narrador y héroe central para un personaje que está muy cerca del autor del libro, que se titula Aterriza entre los pinos.
¿Te sientes satisfecho con lo logrado hasta hoy?
No, no lo estoy. Es cierto que he publicado algunos libros y ganado algunos premios, pero todavía estoy muy lejos de lo que creo que puedo llegar a escribir. Todavía tengo mucho que aprender en mi oficio, mucho que mejorar y mucho campo por delante para continuar creciendo. Es más, me parece que siempre será así.
(entrevista publicada en http://www.diariodecuba.com.)
sábado, 14 de mayo de 2011
HAY QUIEN SE PRESENTA CON EL VERSO: LUIS MANUEL PÉREZ BOITEL*, ENTRE LA ARENA DE SU PAÍS Y LA POESÍA
Luis Manuel Pérez-Boitel (derecha) junto al poeta hondureño Roberto Sosa (izquierda), Premio Casa de las Américas 1971.
El poemario Hay quien se despide en la arena fue seleccionado en enero de este año como ganador de los Juegos Florales de Tegucigalpa 2010, Honduras, en donde un jurado integrado por el poeta español José María Muñoz Quirós, la poeta mexicana Blanca Luz Pulido y el poeta hondureño Rigoberto Paredes decidieron, por unanimidad, conceder el premio único por el dominio de diversas modalidades expresivas, por la estructura interna, por la recreación de mundos en el contexto poético, entre otras aspectos que destaca el acta que aparece al inicio del libro, al poeta cubano, abogado de profesión: Luis Manuel Pérez Boitel.
IH— Regresas de Honduras adonde has ido a recoger tu Premio dotado de 5 mil dólares, la medalla, y además una parte de los libros editados por La Ronda como parte del premio, y quisiera indagar en tus impresiones de este viaje, de la estancia, y sus resultados: ¿Cómo definirías todo este momento en que supiste alcanzaste el I Premio iberoamericano de Poesía Juegos Florales de Tegucigalpa hasta hoy en que ya estás de regreso en Remedios, Cuba? Y, ¿qué hiciste en esa ciudad como parte de las actividades organizadas por este evento?
LM— Lo definiría con un gran voto a favor de la poesía y de personas que tienen un gran empeño para que este evento se mantenga desde Tegucigalpa. Este premio, más que la dotación económica, la medalla, tiene un incentivo mayor que es el viaje a Honduras y las atenciones que se reciben, yo creo que forma parte de un replanteamiento a los diferentes eventos literarios, que en ocasiones se articulan sin el lado espiritual, donde el creador pueda tener una mayor comunicación con un público y sentirse parte del evento. Ha sido impresionante mi encuentro con los estudiantes de las diferentes universidades, escuelas y en las comunidades donde leí mi obra.
Fueron días de gran intensidad, además la idea de que el libro se regale al pueblo, es algo que se debe aplaudir, es una especie de convocatoria a la lectura muy particular, que yo agradezco. Creo que la publicación de la obra en tres ediciones, es también sorprendente. Tengo tantas emociones y tanta alegría de conocer personas tan extraordinarias e inteligentes que me atendieron y compartieron conmigo, que serían insuficientes mis palabras. La posibilidad de donar un grupo de libros de autores cubanos a la biblioteca nacional de Honduras fue algo emotivo para mí. Pues creo que la literatura en la isla es excelente y bien que valía incorporar en mi equipaje, para que me acompañaran a esos autores que fui seleccionando para que pudieran ser leídos en Tegucigalpa.
La alegría de compartir desde la poesía con el pueblo de Honduras fue una gran oportunidad que yo agradezco en particular a la Alcaldía de Tegucigalpa y a todos las demás instituciones que apoyaron dicha convocatoria.
IH— Has ganado más de una veintena de premios con tu poesía, dentro de estos premios destaco sólo un par de ellos: “ Premio Casa de las Américas 2002” (La Habana), y el “Marius Sampere 2007” (Barcelona). Con todo ese aval, ¿te consideras un poeta con Buena Suerte o un poeta con Oficio?, ¿podrías comentar un poco sobre ese criterio dado?
LM— Me considero un poeta, simplemente un poeta. Tener suerte o no, es algo importante, pero no decisivo. Hay personas llenas de rencores, envidias, mediocridades, que en vez de ser y “el ser iluminados” apuestan por otro tipo de suerte. Por lo que la buena suerte, es un término muy subjetivo, aunque le esencia motive cierto beneficio para el que lo articule. Yo pienso más en ayudar a la suerte, de crecerme como persona ante la magistral puerta que impone la vida, en poder leer con toda la intensidad del acto, de un modo hedónico, pudiera decir. Cuando amanece, tengo fe de que las cosas pudieran mejorar, mirar de un modo diferente la vida, de estar en paz conmigo, de respirar y sentir que hay altares mayores, que hay un Dios que siempre será justiciero, y que además también habrá un tiempo mayor. Te confieso que a esa hora la suerte está conmigo, y no la busco, simplemente está conmigo.
El oficio es otra cosa, el poeta no hace un oficio, más que todo asume una necesidad desde la impericia que impone asimilar las palabras, buscarle un trasfondo a lo pudiera enmarcarse en una dimensión física y mutarlo en los versos. En un raro divertimento se asume más que un oficio, una especie de epifanía a favor de un ritual que nos hace más partícipe de la necesidad de trasmitir lo que otros no pueden.
Residir desde estas búsquedas, sería asumir que esos premios literarios han sido a mi obra, y no para mi persona. Que cuando participo en un evento no compito contra los demás participantes, ni pretendo ganar adeptos. Prefiero que me lean, que la comunicación posible sea a partir de lo que escribo y de lo que dejo para un tiempo venidero. Que sólo compito contra el libro anterior que publiqué, contra el pasado que significan esos versos que ya se conocen; aunque al final te confieso que nadie puede competir contra el tiempo, que simplemente es un juego al azar, una necesidad de compartir lo que uno hace con toda la felicidad del mundo.
IH— ¿Crees que todo poeta trabaja siempre, o casi siempre, dentro de sus propios temas, esos que va imponiendo involuntariamente en cada obra, o crees que ocurre lo contrario y por qué? Y en tu caso: ¿consideras que escribes casi siempre sobre tus mismos temas, o no?
LM— El poeta siempre escribe sobre una trinidad que impone el ayer, el hoy y el mañana. Es una especie de salvación donde la duplicidad es tan necesaria para deleitarse y deleitar al otro (el otro como receptor posible), una duplicidad que para Lezama, por ejemplo, pudiera parecer como continuidad del punto que se vuelve linealidad. Una especie de tauromaquia contra las apuestas del “espíritu” para comprender la dimensión del “ser”. Entonces el punto pudiera significar retrospectiva o fusión. Un punto. Simplemente un punto. Un alto en la parada, quizás una rara cosmogonía a favor de descifrar de dónde partimos, lo que para Lezama, para continuar el ejemplo, era desde la poesía el testigo del acto inocente. En esa resultante el poeta avanza en busca de otros cielos, de otras reinterpretaciones donde la temporalidad es también captada con toda la fragua de las palabras. La linealidad es aquí domesticable y el poeta pudiera reivindicar sus paisajes. Los paisajes como resultantes de esos otros derroteros donde el bardo pudiera avizorar otros dibujos, e intentar compararlos, repetir sus líneas, desvirtuar sus rostros, su sombra, en ese “raro e impensado” deleite de continuar la linealidad lezameana que no es otra cosa que una extraña asociación de imágenes. Imágenes diversas, donde siempre el poeta traza su país más verdadero. En mi caso, prefiero jugar con esa sustancia que está debajo de cada palabra, en un viaje hacia la gran posibilidad de la imagen. De buscar hallazgos que compulsen mis plegarias, en un sistema poético que bien pudiera ser de no asociación de épocas y pasajes. La poesía es lo que más pudiera jugar con los vericuetos que el espíritu nos reafirma en otro estado del ser.
IH— ¿Qué podría hallar el lector en este libro de novedoso?
LM— El extraordinario poeta español José María Muñoz Quirós, advierte en el prólogo de este poemario: “Poesía para sucumbir en el mar de los días contemplados con los ojos que habitan la luz, para escuchar la libertad que a veces se escribe desde el hondón del alma. Busco tu despedida y la arena me escribe un nombre en sus cuadernos de soledad. Busco ser yo en la diáfana luz de una hermosa despedida en los confines últimos del silencio”. Creo que mejor definición no pudiera yo dar, a no ser la posibilidad de que el lector encuentre sus libertades, sus limbos posibles. Yo no pudiera categorizar un acto que queda abierto al que es capaz de adentrarse a los círculos que estas páginas convocan. Lo novedoso está en el pensamiento del que vive esos países, que son los poemas anclados en esa hermosa edición que han realizado los miembros de la comisión permanente de los juegos florales, en la colección La Ronda.
IH— ¿Hallas algo relevante en este oficio de ser poeta hoy en día cuando la gran mayoría de los lectores en el mundo entero persiguen novelas o andan casi todo el tiempo, hablo más bien ya fuera de la isla de Cuba, con una pantalla digital en donde pueden saber del mundo, de lo que ocurre en el mundo más allá de lo sublime?
LM— Lo sublime está en deleitarte en esa libertad que impone el espíritu, en esa comunión con Dios y las cosas verdaderas que has edificado como si fueran verdades inequívocas. Yo no juzgo a los que piensan contrario. Todos tenemos la oportunidad de estar desde la gradería y confiar en esa elección de lo que se quiere ver. De defender nuestras “pequeñas islas” que son los “mayores mundos”. Yo prefiero mejor vivir desde la poesía, abrir un libro como si fuera un universo que nos asemeje a lo incógnito y allí dibujar una casa. Sin importar la tecnología, toda vía es posible y todavía es posible buscar los modos otros, los espacios que sostienen lo que necesitamos o aparentemente necesitamos. Nada me hará perder la fe y de ser una persona que residirá entre dos siglos.
IH— ¿Crees que la poesía podría salvar a quien la escribe? ¿Cómo podría redimir la poesía al poeta? Y en tu caso personal, ¿crees que la poesía te redime, digamos, del caos existencial?
LM— Si creo que la poesía salva. Cuando mi padre murió en 1988 te confieso que quedé muy solo y la poesía fue mi fiel compañera. A deshora, cuando pensé que la vida me jugaba un mal momento, leía con una intensidad extraordinaria. El poeta se redime pensando que lo que escribe es lo que debe escribir, apostando por sus verdades y sus miedos. Yo creo que desde que escribí mi primer poema, que recuerdo fue estando en la universidad central de Las Villas, la poesía me salvó. Y es que uno se salva siendo feliz con lo que hace, deleitándose con lo que prefiere necesario, jugándose el todo con ello.
IH— ¿Sientes alguna diferencia entre tu estilo de hacer poesía y de la de otros poetas cubanos de tu generación en Cuba?
LM— Yo formo parte de una gran tradición literaria en mi país. El término generación y/o promoción me resulta algo inconsistente. Pero te confieso que en Cuba la poesía, a diferencia de lo que algunos críticos literarios en la isla dibujan como algo epigonal, coloquial, displicente, descubro una poesía de extraordinarios estilos. Y mucho más que estilos, de tonos poéticos que se endilgan o configuran a partir de cada provincia, con particularidades diversas y con un orgiástico sentido de intercomunicación. Sin embargo, creo que la poesía en mi país es muy desconocida en el mundo. Que los poetas en mi país somos desconocidos, y que incluso nos desconocemos unos a los otros. En el caso de mi obra, te confieso que la asumo con una visión más plural del acto de creación y con una intensidad marcada por cada palabra y cada libro.
IH— ¿Crees en verdad que: “hurgar en el vacío/ es mejor que ignorar el vacío? ¿Y si te digo: busca en el enemigo,/ en qué se parece a ti”… qué me respondieras?
LM— Hurgar en el vacío es como buscar lo mínimo. Ignorar el vacío es como aceptar que no hay nada que buscar. Pienso que la indagación es un acto de fe, yo siempre apostaría por tener un simple indicio de lo que pueda ser salvado. Buscar en el enemigo en qué se parece a ti, es descubrir sus dudas, sus miedos posibles. Es reconocer por qué es precisamente ese tu enemigo y no otro. Es saberse compulsado a otros estadios y superarse para diferenciarse del que te mira mal, del que no te acepta tal y como eres, un hombre pequeño, temeroso del tiempo, enemigo como él de otras tempestades.
IH— “hay quien se despide/ en la arena, pero nada es casual, nada es realmente/ tan exacto como un palabra que no tendría sentido/ si no existiera esa fe de salvar el cuerpo…” has escrito, y digo ahora: esa fe por salvar el cuerpo o el nombre, ¿cómo se manifestaría en Luis Manuel Pérez-Boitel de imponérsele el olvido?
LM— Con una simple sonrisa respondo si se impone el olvido. El olvido es tan necesario, en ocasiones… como ese viaje a favor de conservar nuestras sagradas utopías. Si se olvidara mi nombre pudiera preferir que quedara la huella que se dibujó, el silencio que se compartió, el amigo que festejó por el silencio, el país que algunos piensan que es mayor, la arena que se compartió, la soledad del cuerpo impenitente y fugaz como las palabras que ya no pueden tener otras plazas.
I.Hernández
Abril 25, 2011
*Luis Manuel Pérez Boitel (Cuba, Villa Clara, 1969) poeta y abogado. Posee un extenso currículo literario, y tiene en su haber varios premios entre los que destacan el Casa de las Américas (2002), el Premio Internacional de Poesía Nosside Caribe en Italia (2004), el Premio Internacional Desiderio Macías Silva (2005), y el Premio Internacional de Poesía Màrius Sampere en Barcelona (2007). Ha asistido a festivales de poesía de América Latina y Europa, y su obra ha sido traducida al inglés y al neerlandés.
(Esta entrevista ha sido publicada en Cañasanta: http://www.canasanta.com/entrevistas/entrevista-al-poeta-luis-manuel-p-rez-boitel-00000000001.html)
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