viernes, 3 de abril de 2015

'El equilibrio de las cosas' y el libro justo (por Sonia Díaz Corrales - tomado de Diario de Cuba)

SONIA DÍAZ CORRALES | Santa Cruz de Tenerife | 2 Abril 2015 -
'La poesía suele hacernos invitaciones excéntricas, casi siempre memorables, esta es la del libro de Ihosvany Hernández González.'

Me pregunto qué se puede decir de un poemario escrito por un "hombre condenado en su poema", donde la voluntad se doblega en el paisaje interior, rural o urbano —siempre interior—; qué se puede esperar de un libro que no traspasa las fronteras más que para que el dolor tenga sentido. Y me respondo, rotundamente, que: encontrar el equilibrio de las cosas, desatar todos esos nudos que la soledad y la indiferencia, van atando dentro del hombre que escribe.
El equilibrio de las cosas es el título que Ihosvany Hernández González escogió para su libro de poemas recién publicado en Miami. Ihosvany  nació en La Habana, en 1974, y desde el año 2004 reside en Montreal, Canadá. Su trayectoria como escritor incluye algún poemario publicadoVerdades que el tiempo ignora (Linden Lane Press, 2011)  y es coautor de la antología de poesía cubana Bojeo a la isla infinita (Betania, Madrid, 2013).
El libro de poemas, esta vez en particular, se conforma con exponer de manera casi exhibicionista el alma, del poeta y de las cosas, para hallar ese punto de inflexión que moviliza, y crea vínculos incluso a través de los sentimientos más detestables: "Salvo el odio para ocasiones excepcionales. Aprendo a viajar entre voces. No he sido hombre de lamer tanta pérdida. Busco el faro/ el sitio de todos. Compartir el equilibrio en el humo de la predilección. Hombres y mujeres en una casa de blanco haciendo espacio para la hora del ángel. Tengo entendido habrá alguien en la acera contraria. Ángel de luz/ ángel de tierra. He aprendido a viajar por la calle donde barren las mujeres los escombros del pasado".
Nada de lo que se espera sucede —"Si algo pasa, si algo llega a suceder, escritas quedarán las luces como un ángel vestido de oscuro…"—. La espera es la única forma en que se consigue generar una manera de estar vivos y atentos, la apatía es más fuerte, pero la espera diluye el tiempo en segmentos de nostalgia; se está amando, se está recordando haber amado, se está detestando el modo en que se acabó el amor, se está estableciendo una cercanía que resulta útil, cálida, pero que es efímera en el ser, solo en el recuerdo se perpetúa: amor, sexo, compañerismo, amistad, y luego nada, solo la memoria, la esperanza de que la memoria convierta el poema en catarsis, "en una puerta abierta hacia la noche".
Si alguien tratara de leer el poemario de Ihosvany como poesía, en prosa en este caso por la forma que escoge, conseguiría apenas entrar hacia la noche de un verso ríspido, crítico, y aparatoso a veces desde el punto de vista de las palabras que escoge y une, del ritmo que marca, de la ruptura que plantea entre la sugerencia y la comprensión, porque no pretende esta lectura la comprensión, sino encontrar cómplices, alguien que viaje con ella, que maldiga su suerte si es necesario, y se salve junto a ella sin preguntas: "Busco el milagro a toda costa. Una higuera común arrastrándose hasta lo imposible. Salvar el tedio si se puede, salvar el rumor a tinta sin destino concreto". Por eso, en un atrevimiento sin límites, me permito sugerir a los lectores que rompan un espejo antes de entrar por esa puerta hacia la noche, que se miren en los fragmentos de los cristales dispersos, que anticipen todas esas partes en las que se rompe el mundo cuando cae en picada, que imaginen el vértigo, antes de leer aquí el vértigo, no es comprensión lo que pide este conjunto de poemas, como dije, sino complicidad.
Si se pudiera definir con una palabra un libro, en cuanto a la forma, diría que en El equilibrio de las cosas la palabra fragmentación describe muy bien el planteamiento poético del conjunto. El lenguaje, oscila entre la confesión y el balbuceo —algunos textos apenas alcanzan la nominación de idea, aunque se salven en la contundencia del esbozo que hacen—, son ese conjunto de cristales que antes fueron un espejo y ahora son un espejo roto, se complementan, y en la totalidad, crean lo que faltaría en los textos por separado.
Espero que los lectores más supersticiosos, los que creen en la suerte y en la desgracia, los que no se atreverán a romper un espejo real, para mirarse antes de leer, asuman que el poeta es un hombre común, más allá del rasguño de la poesía, que entiendan que le toca igual el vacío, la soledad, el desamor, o la desidia que al resto de los hombres, excepto porque le produce en un cierto espacio la incapacidad de sentir el amor como lo sintió en otra época de su vida, en la adolescencia, en el país que le dejó antes de que él le dejara, y ahora le ronda.
Espero, sinceramente, que los que creen en la suerte, sepan que aquí no van a encontrar el número ganador, que este no será su día de suerte, sino un simple día, apenas perturbado por una luz diferente, por una imagen diferente de sí mismos, por la singularidad con que les hablará este sujeto lírico: "Autores todos de la vida cotidiana/ ángel y hermano/ tú que estás del otro lado con un libro en la mano/…2, 3, 4… / puntos cardinales / ¿hacia dónde nos dirigimos en esta carta común?"
De algo no se salva quien lee El equilibrio de las cosas, del apremio de lo cotidiano: "Cuelgo las estadísticas de enero. Se nos acabaron las balas de cazar…", del apremio del amor: "Estas ganas enormes de amarte antes de olvidar quién soy / hacia dónde iremos cuando/ el sol caiga por su atajo más adverso". De cada apremio que construye el absurdo que parece la vida desde la óptica del poeta y del poema; "incienso quemándose en la emboscada del sueño a partes iguales/ partes iguales, la igualdad del hermano/ la igualdad del amigo/ del miedo en una casa que se cierra a medianoche/ cifras en una tipografía a medio hacer/ vestimentas que se rasgan en el resplandor del deseo/ tener testigos para aprobar la legitimidad de un verso/ trasnochar en el prepucio de un corazón mutilándose en su deshonra/ amor a partes iguales/ amor en el equilibrio perenne de las cosas".
¿Por qué se escoge el equilibrio para sopesar todos los miedos, las pérdidas, las esperanzas? No lo sé, quizás no es posible que un simple libro de poemas tenga todas las respuestas, ni siquiera todas las preguntas. Mi oficio de lectora solo pide a un poemario encontrarme con su auténtica naturaleza, que no se quede en la hipocresía de pretensiones que siempre deslegitiman al libro, que no me mienta, que sea convincente en lo que me deja leer, porque en esa verdad —transparencia—, florecen la emoción, la agudeza del verso inteligente y el asombro de vernos retratados en un igual, y ese mérito, sobreabunda en el libro de Ihosvany Hernández, cualquier otra exigencia que se le haga a un libro de poemas es una falacia. Un libro es enorme en la medida en que sea el libro que necesitamos leer, y si este fuera el caso, aquí está el libro justo.
Sin patentar el culteranismo, este libro se inscribe en la exhibición de ciertas lecturas, de una cultura bien asimilada en la confluencia vida-lecturas-vivencias, se vuelve retrato de familia, de unos sitios que se mimetizan sobre otros para que el malecón habanero no se pierda solo en un sueño de tierra adentro, de hombre adentro, sino que se incorpore en los nuevos paisajes de su existencia.
Para empezar a leer —luego de romper el espejo—, le recomiendo buscar como al azar — pero sin azar—, la página 30, el poema "Oración bajo promesa". Este es el poema que yo habría escogido para terminar el libro: "Deja una oración escrita bajo promesa y si escapas de tu peligro, de pertenecer a otro cuerpo, yo reclamaría la necedad de olvidarnos de nosotros en plena vida. Se inicia el juego. El croupier queda atento a tu siguiente jugada"Lo propongo ahora para empezar a leer, porque está colocado casi en el centro del libro, donde se explicita lo vulnerables que nos podemos tornar en la próxima jugada, decisión, día a vivir. Y es ahí donde el equilibrio de las cosasse patenta como necesidad, y consecuencia de intentar acercarnos a lo inalcanzable. Es ahí donde principio o fin, qué más da, nos convencen de que los extremos se tocan, se suceden y equilibran.
La poesía suele hacernos invitaciones excéntricas, casi siempre memorables, esta es la del libro de Ihosvany Hernández: "Quien pueda salvarse hoy que salga andando hacia ese frío que empaña los espejos".

Ihosvany Hernández González, El equilibrio de las cosas (Entre Líneas, Miami, 2015).

http://www.diariodecuba.com/de-leer/1427954079_13655.html

jueves, 26 de febrero de 2015

Reseña sobre "El equilibrio de las cosas", por Félix Anesio (tomado de su blog Crónicas Aldeanas)


“en el equilibrio de la desesperanza entera”*  Ihosvany Hernández González.


Siempre me han gustado la física y la literatura. Recuerdo haber aprendido en el colegio (y luego, durante años de estudio de ingeniería) que la mecánica clásica dicta tres tipos de equilibrio de las cosas: estable, inestable e indiferente. Pero, como se sabe, los procesos cognitivos resultan sumamente complejos…; de hecho, nunca sentí mucha simpatía por la condición indiferentede una rueda girando sobre su eje y que sólo logra el equilibrio estando fija a su obligado centro. Igual de incomprensible me resultaba el término estabilidad yuno de sus ejemplos primordiales: el del péndulo, ése que siempre regresa a la posición inicial bajo el dominio y servidumbre de la gravedad. Sencillamente, no me identificaba, no sentía empatía alguna con estos laxos estados de las cosas.

Más apasionante y motivador, me resultaba, sin embargo, el concepto del desequilibrio, el de la inestabilidad de las cosas. Sin gran esfuerzo de la memoria, queridos lectores, ustedes recordarán la fascinación que produce ver un bastón suspendido en el aire sobre la yema del dedo de un malabarista que se esfuerza para no verlo caer. Un bastón tambaleante en el aire, una filosa espada sostenida por la punta, una torre inmemorial cuanto más inclinada más atractiva. Todos, cautivadores y elocuentes ejemplos del equilibrio inestable.
Bajo esta premisa introductoria comprenderán por qué al llegar a mis manos una obra literaria, en este caso, un poemario bajo el sugestivo título de El equilibrio de las cosas no demoraría en leerlo, más bien, digamos, investigarlo. El autor es Ihosvay Hernández González, escritor cubano residente en el gélido y apacible Canadá.

Ya, desde el instante en que asoman la dedicatoria (a su madre) y los exergos –uno de  Bolaño; el otro de Gastón Baquero -- presentí el guiño irónico del poeta que no viene precisamente a ofrendarnos en bandeja de plata, la paz, la felicidad, la estabilidad, la laxitud aparente de los momentos reflexivos de una existencia cantada en versos. 
  
Y cito:
No enfermarse nunca. Perder todas las batallas
Fumar con los ojos entornados y recitar bardos provenzales
En el solitario ir y venir de las fronteras
Esto puede ser la derrota pero también el mar
y las tabernas. El signo que equilibra
tu inmadurez premeditada y las alegorías
Ser uno y débil y moverse
                                             ROBERTO BOLAÑO
                                           
Cuando yo era un pequeño pez,
cuando sólo conocía las aguas del hermoso mar,
y recordaba muy vagamente haber sido
un árbol de alcanfor en las riberas del Caroní,
yo era feliz.
                                                          GASTÓN BAQUERO

 Que el libro lleve por título el de uno de sus poemas, recolector de su esencia, es asaz lógico, justificable y adecuado. La exploración constante del complejo equilibrio humano se nos presenta en versos hermosos, muy depurados, finamente desgarrados a ratos, que encantan como el bastón de marras o la espada filosa o la torre que se sostiene con gracia frente a los avatares del tiempo.

El poemario es, al decir de la prologuista Mercedes Eleine González: “…una suerte de búsqueda del equilibrio interno, difícil de conseguir en la vida cotidiana, un depurado y exquisito libro donde mejor se aprecia el símil, entre ese imaginario pájaro que emprende el alto vuelo por el cielo y la más avanzada terrenal intelectualidad de nuestros días.”

Sólo me resta dejarlos en compañía de dos textos que he seleccionado para este artículo y que espero disfruten tanto como yo lo he hecho:

                                     ahora que hemos renunciado al juego de servir
                                                                         al esplendor de una casa
                                                    trayendo el miedo anclado en los ojos
                                  ahora que el mundo nos resulta otra cosa perenne
                                                                                        y la objetividad
                           se nos ha ido a mendigar por los corredores de la vida
           ahora que decidimos ser otro en nueva piel sin obviar el pasado
                                                        miro el reflejo del sol en esta mano
                        y pienso en los bosques sembrados en medio de tu pena.

                                                                             lego tu espacio y dejo
                                                    que sea tu propia razón la que escriba
                                                                                              la que diga
                                                                      alguna otra nueva historia
                                                                            sobre la razón de vivir
                                                                           en plena desvergüenza.

[…]
Pero yo defiendo el deleite de la memoria,
El verso inacabado. Golpes que mascullan
Inflexiones equívocas en la zanja del miedo
Sin detenerme,
Sin poder acaso verte de espaldas cuando
Igualmente sé que huyes.
No es aún la hora del desquite, los esquemas
Han sido borrados con premeditación.
Sombra de viajero,
Nos han cortado la patria,
Nos hemos quedado abordando un dilema
Fuera de los confines de lo que fue nuestra madre.
Pero yo defiendo el deleite de la memoria,
La posibilidad de hablar de lo que aún nos falta.
La posibilidad de vivir un espacio redimible, mayor.



Félix Anesio
Miami, Febrero, 2015.


Nota Curricular: IHOSVANY HERNÁNDEZ GONZÁLEZ (Ciudad de la Habana, 1974). Escritor y poeta. Por cerca de siete años se dedicó a escribir para la radio mientras vivió en La Habana, Cuba. Desde el 2004 reside en Montreal, Canadá. En el 2011 publica su poemario Verdades que el tiempo ignora, Editorial Linden Lane Press (Estados Unidos). Es ganador de algunos premios literarios, entre los que destaca el Primer Premio del concurso de cuentos “Nuestra Palabra” (Canadá, 2010), Reseña Literaria Azafrán y Cinabrio Ediciones (México, 2008), y Segundo Premio de cuento, Tendiendo Puentes, Universidad de Toronto (Canadá, 2005). Por un tiempo se dedicó a realizar entrevistas a escritores cubanos para Diario de Cuba, Otro Lunes, entre otras publicaciones digitales. Algunos de sus trabajos aparecen en revistas literarias de Estados Unidos y Canadá, como «Linden Lane Magazine» y «The Apostles Review».

Nota: El equilibrio de las cosas ha sido publicado en Miami, 2015 por Publicaciones Entre Líneas.


*frase tomada de la dedicatoria del libro.



http://cronicasaldeanas.blogspot.ca/2015/02/en-el-equilibrio-de-la-desesperanza.html