martes, 3 de julio de 2012

Sonia Díaz Corrales: «Podría mejorarse el sentido que le damos al bien»



Sonia Díaz Corrales (Cabaiguán, Cuba, 1964) es autora de los libros de poesía Diario del grumete, Minotauro y Los días del olvido. Sus poemas aparecen en varias antologías, tanto en Cuba como en España. Galardonada con el Premio Bustarviejo de Poesía (Madrid), el Premio América Bobbia (Matanzas), y el Abel Santamaría (Universidad de Las Villas, Santa Clara). reside en las Islas Canarias, en donde se edita su primera novela El hombre del vitral, libro sobre el cual hemos dialogado, entre otros temas.

¿Por qué escribe Sonia Díaz Corrales? ¿Hallas algo especial en este oficio?

Lo cierto es que, antes, escribir era un oficio. Los poetas vivían de hacer sus discursos épicos, de ser poetas o escritores. Simplemente, era un oficio respetado. Después, igualmente ser un escritor parecía un buen oficio, tanto que personas que tenían otros oficios se cambiaban a éste, o llevaban éste con total dignidad a la par de los demás. Desde luego, ahora, contar como oficio el ser escritor es, si no una falacia, un mal chiste. 

¿Por qué?

Puede que alguien por su talento, o por esas cosas del azar, consiga ser incluso un escritor muy cotizado, muy leído, también porque ambas cosas suelen ir de la mano, generalmente por este orden, en ambos casos. Pero, más que un oficio, para la mayor parte de los que escribimos, quizás, escribir es un aliciente, una compensación.

Puede que incluso estemos pervirtiendo lo de ser escritor. Alguien escribe una columna de sociedad o de deportes en cualquier diario y ya se le supone escritor. A lo mejor yo estoy un poco atrasada en lo de saber qué es ser escritor, de oficio.

¿Un ejemplo?

Siempre me gusta poner este ejemplo: si le dices a alguien que eres periodista, maestro, médico, carpintero, electricista, publicista, te responde: "¡vaya!, qué bien". Si le dices que eres escritor o poeta, te dirá: "¡Hum!". Quizás alguien un con un poco de tacto te preguntará: "Y, ¿has publicado algo?". Porque en verdad no importa lo que has escrito o si es bueno o no. Lo que importa es cuánto has publicado, y si vendes eso que publicas. De ahí se sabrá si eres escritor, de oficio, o no. Si tenemos en cuenta estos parámetros, mi oficio no es escribir, sino otros que ahora no vienen al caso.

Pero si escribir fuera un oficio en sí, sin tener en cuenta que publiques o vendas lo escrito, o incluso si vives de todo menos de escribir, entonces te diría que mi oficio es escribir, haga lo que haga para la sobrevivencia. Y entonces te diría que lo más especial de escribir es ese toque inefable de la poesía donde pareciera que estás suspendido, que no tienes peso, ese espacio donde te desdoblas para crear los personajes, esas otras realidades que convierten en trascendente lo que has escrito cuando alguien ríe, se pregunta, se identifica, disfruta, llora, comparte, recuerda, imagina, saborea, goza, participa de eso, mientras tú, el escritor, de oficio o no, desapareces.

¿Existe algo que te llama la atención y te gustaría hacer y no hayas hecho aún?

Música. Me habría gustado ser músico. Entender la música no desde el lado del que simplemente escucha, sino desde el que puede diseccionarla, dividirla en frases comprensibles, comprender los giros.

La música es como un idioma que no comprendes, solo comprendes la armonía, la musicalidad el ritmo, el dolor que expresa. La música es como un idioma extranjero.

Aprender otros idiomas, entre ellos el de la música, es algo que no he podido hacer.

¿Qué es lo que más te llama la atención: la poesía o la narrativa?

Yo soy una poeta. Puede que ahora mismo la narrativa capte mi atención con bastante fuerza. Pero nunca dejo de escribir poesía. La poesía siempre está. Cuando todo se ha ido, la poesía sigue ahí. Muchas cosas y personas me han dejado: por la muerte, por el desamor o por otro amor, porque no han tenido otra opción que partir. La poesía nunca. La poesía suele ser más visceral.

Recuerdo que uno de aquellos profesores, casi sagrados que teníamos en los años 80, al escucharme decir estas cosas, y riéndose de mi "ingenuidad y falta de criterio", y para hacerme entender que la poesía era también muchas otras cosas, me dijo: "¿qué dices, que la poesía tiene que ser cardíaca? ".

No sé si la poesía tiene que ser algo "cardíaco", pero sé que necesita de un alto contenido de coraje, de heroísmo, de eso perforante que no deja lugar a dudas: la emoción.

La poesía y yo a veces disentimos, discutimos, nos echamos en cara unos dolores de los que cada una cree responsable a la otra, puede que hasta nos abracemos intentando compensar tanto desastre vital y poético, digo yo para ser muy cursi, pero nunca ella se ha ido, ni yo tampoco.

La narrativa es diferente, es más cerebral, menos de mí, y no significa que la disfrute menos o le dé menos importancia. Cuando empecé a escribir narrativa fue porque tenía cosas que decir que no podía expresar con la poesía, que necesitaban más concreción, más volumen, que no podía contener en un poema. He aprendido leyendo narrativa, escribiendo narrativa, todo lo que puedo contar, y me gusta. Muchísimo.

Sonia vista por Sonia...

Soy transparente. Tímida, guajira, como decimos los cubanos. Algunas veces me siento como si fuera muy muy vieja. Bastante escéptica, puede que hasta algo desconfiada. En algunas razones éticas soy tajante, algunos dicen que inamovible, puede que algo extremista. Y se me da mal lo de conjugar los verbos regulares: amar, temer y partir.

¿Por qué se te dan mal en su conjugación?

Por su significado, que no cambia en cualquier tiempo o modo que los conjugues. El amor pasado es tan amor como el presente. Partir es igual en cualquier momento o modo: aun las partidas hacia lo deseado, hacia algo bueno, están rodeadas de una especie de desprendimiento, de esperanza que la mayor parte de las veces no se cumple, porque es una esperanza sobrevalorada, porque sigues siendo el mismo estés donde estés, tendrías que partir de ti hacia otro, para ser otra cosa.

Para temer tengo una explicación vaga. Pero ya ves cuántas cosas son vagas sin dejar de ser… El temor es un sentimiento ancestral, que a veces es difícil decir a qué, por qué, cuánto temes. A veces cambia aquello a lo que temes, con los años, o la madurez, pero ese temor esencial no cambia.

Lo de temer, el verbo regular, el temor ancestral, ese temor ancestral es el miedo, que convierte a los seres humanos en bestias, y a las bestias en obedientes seres capaces de todo. La mayor parte de la personas temen a la muerte. Si pensamos que "la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma", estaríamos hablando de temor a una especie de eternidad, ir de un estado a otro, ese cambio del que no sabemos nada, y esto sería una gran contradicción, que la muerte sea una especie de inmortalidad.

Si me preguntaras a que temo, yo te diría que temo a la mentira. Me espanta lo que consigue, la manera en que nos manipula y convierte en lo que nunca quisimos ser. Le temo a la perversión de lo que hago o digo, es tan fácil dar falso testimonio de los otros, decir que han hecho, expresado o pensado. Creando confusión, se te podría atribuir la caída de Roma. Cualquiera de todas las caídas. Todas, incluso.

En uno de tus poemas que he leído y me ha llamado la atención dices: "Todos me mandan fotos/ Carlos Fuentes manda a Frida muerta/ como la vio el lente insólito de Laura Díaz". ¿Alguna predilección por esta novela de Carlos Fuentes?

La predilección por lo bien escrito… En esos días, la muerte andaba cerca, me rondaba en todas partes, amigos entrañables, gente a la que no conocía más que por sus escritos, pero igualmente me eran entrañables, incluso algún desconocido que decidió irse a la muerte cerca de mí.

Este poema, que se llama "Donde un reverso de foto nos devuelve la memoria", y que está dedicado al poeta Reinaldo García Blanco, está escrito a imitación, mala imitación, de su "Reverso de foto", que me sorprendió mientras leía a Carlos Fuentes, su novela Los años con Laura Díaz,  en la que también ronda la muerte, las fotos de los muertos… Pero sobre eso quise poner lo único que tenía: la vida.

Dice el poema: Ah, la muerte/ tu foto y su reverso. Me gusta más la vida que las fotos/ la vida/ siempre lleva un larguísimo endoso en el reverso.

¿Autores preferidos?

Muchos, si hablas de autores de literatura. Van cambiando. Unas veces Michael Ende o Umberto Eco.  Otras Alessandro Baricco. Otras Marguerite Duras o Virginia Woolf. Otras Louis-Ferdinand Céline o Almudena Grandes. A veces Sor Juana, o Juana de Ibarbouru, Carilda Oliver, la gran Dulce María Loynaz o Delmira Agustini. Puede que Rafael Alcides, Fayad Jamís. O Walt Whitman, Paul Valéry, Arthur Rimbaud. O Fernando Pessoa, Jorge Luis Borges, Antonio Skármeta o Jane Austen. Milan Kundera o Françoise Sagan o Antonio Tabucchi. Octavio Paz o Boris Vian. José Ángel Buesa o los hermanos Grimm. Patrick Suskind o Aldous Huxley. Y esto se haría interminable si no paro ahora.

Cada autor tiene su atractivo, depende la época de mi vida, si leo o releo un libro. De algunos prefiero un libro en particular o un poema, un relato o apenas uno de esos párrafos que se te instalan en la memoria para siempre.

Lo cierto es que no he leído tanto, si un libro no me gusta lo dejo y me da igual quién lo escribió. Puedo darme esos lujos. Quiero decir que: soy libre de esa especie de prejuicios que empiezan con: ¿pero no has leído a…?

¿Y alguno que haya influenciado en ti?

Todos. Unos más, otros menos. Pero todos me dejan algo.

¿Preferencia por alguno de tus libros publicados…?

Cada libro tiene su particular encanto. Pero si voy a preferir alguno… por ese encanto que rodea no solo lo escrito, sino el resultado final, la edición, el cuidado, la belleza adicional que todo libro se merece, me quedo con dos de mis libros de poesía: la preciosa edición que hizo Ediciones Vigía de Diario del grumete, en Matanzas, en 1996, y la igualmente cuidada y querida edición de Noticias del olvido, que salió en Editions Hoy no he visto el paraíso, ilustrada por Margarita García Alonso, por cortesía de ella misma, como editora, y con la ayuda del poeta y narrador Amaurys García Calvo. Ambos iluminaron de manera tremenda esa publicación. Ella fue paciente y amable, sumamente creativa. Él fue crítico, y práctico, incondicional al respecto de lo que hizo en la composición. Aprovecho para agradecerles, siempre.

En 2010 publicas tu novela El hombre del vitral, ¿qué significa para ti este libro?

Es la segunda novela que he escrito, y fue un punto de partida. La primera, El puente de los elefantes, es un escrito con el que siempre sigo inconforme. Es lo primero que escribí en el género de narrativa, y supongo que sigo rescribiéndola de vez en cuando.

Algunos relatos que andan por ahí, y que un día serán un libro, tendrán que esperar un poco aún.

Pero El hombre del vitral, es eso que quieres sacar ya de tu espacio, lo cual significa que de algún modo estás satisfecho con lo que has logrado. Para mí es ese libro atemporal, conciso, que te permite hacer catarsis sobre unas preocupaciones en particular, que te reafirma como mutante, que te deja segura de que puedes hacer otras cosas. Probablemente significa que, además de poeta, quisiera ser narradora.

¿Puedes contarnos un poco del nuevo libro que preparas?

Una novela coral. Reúne al azar, a cinco personajes tan diferentes entre sí, tan lejanos en relación a la edad, el origen, la educación, las creencias o la falta de ellas, las profesiones, todos alrededor de un evento fatal que ocurre con un niño.

Estas personas, todas ellas tocadas por el abandono y la indiferencia, la mentira, la guerra, pero también por la música, la pasión, la compasión hacia los otros, y sobre todo por su propia soledad, descubren que la soledad transcurre como la vida, ocupa todo el tiempo si no consigues encontrar a tus semejantes.

Las Guerras Mundiales, La Guerra Civil Española, La Guerra de Angola, otros eventos violentos y tristes, ven cruzar a estos personajes por sus espacios. El abandono les marca, pero encontrarse unos a otros les salva y compensa.

¿En serio te es difícil entenderte con la tecnología, según he leído en otra entrevista, y que por esta razón no tienes un blog o una página web?

Cierto. Los que me conocen sabe que soy una nulidad en relación con la tecnología. A veces he pensado en una web, pero más que nada para ofrecer servicios de corrección y revisión de textos, o talleres de escritura. Disfruto bastante y me distraigo, además de lo que aprendo, revisando textos. Quizás es que extraño los talleres que hacíamos antes, donde,  que te señalaran algo, normalmente, era un buen síntoma: tu texto merecía la atención de quien le señalaba ese algo.

Lo del blog: más que poca habilidad para la tecnología, es una especie de apatía. No puedo sentirme atada al compromiso de actualizar un espacio, de responder a las demandas de los lectores que, en el caso de los blogs, pueden llegar a ser perversos, insaciables, y a veces ofensivos.

Prefiero el anonimato del libro impreso. Si llegara el caso de serlo, el lector que tiene conmigo el acuerdo tácito de la libertad, que no tiene la obligación de ser crítico, ni adulador, ni de expresar de inmediato comentarios provocativos, para patentar que está enterado, que es culto, que tiene opinión.

Reconozco que pueden ser útiles el blog o la web a quien tiene demasiadas cosas que compartir y no tiene otro espacio. No es mi caso. Respeto muchísimo a los que leen, no quiero obligarles a leerme o a detestarme mandándoles mis post. No soy tan abundante ni escribo tanto, o tan interesante, como algunos amigos que consiguen escribir sobre todo de manera entretenida, creativa, y grata.

Desde 1998 vives fuera de Cuba: ¿Hay algo que echas de menos de la Isla?

Cuando alguien me hace esta pregunta siempre intento ser sincera, y realista. Extraño a ciertas personas que viven allá, y a quienes quiero. Extraño un tronco de almácigo que se llenaba de orquídeas enormes, violetas y que tenían un raro perfume de canela. A veces extraño a quien era yo cuando vivía allí. Pero sé que si viviera allí igual extrañaría a ésa que era yo, porque no creo que fuera aún la misma. Y claro, echo de menos y recuerdo muy a menudo a una persona inteligente que me decía siempre un viejo refrán: "No sirve de nada llorar sobre la leche derramada".

¿No has podido buscar sustituto para aquel tronco de almácigo que se llenaba de orquídeas?

A lo mejor es que me ha abandonado el ángel de las orquídeas, no lo sé. Ahora que lo pienso… nunca se me ha ocurrido que aquellas pudieran ser sustituidas.

¿Cómo valoras tu vida actual en las Islas Canarias?

Aquí está mi familia. Y normalmente no tengo mucha vida social. Pero lo cierto es que mi vida ocurre casi todo el tiempo dentro de mí: en Cuba, en las Islas… o en donde quiera que he estado. Esa vida tiene el valor que le dan los eventos: pensamientos, disfrutes, dolores, pérdidas, lecturas, amores…

Valorar la vida propia puede tenderte trampas y preferiría no hacer eso. Sigo viva, agradecida por, y a pesar de todo.

¿Existe algo en Cuba que quisieras se eliminara, otra que mejorara, y una tercera, se bendijera?

No me veo con la potestad de cambiar, mejorar o bendecir algo. Parece pretencioso que yo, que no me quede allí, crea que puedo cambiar algo, o incluso opinar sobre lo que ocurre allí. Por lo tanto, mi opinión no pretende nada fuera del hecho de ser una opinión personal.

Estoy muy poco enterada de lo que ocurre en Cuba o en otros sitios. Y mi opinión sobre cambiar, mejorar o bendecir cosas es de valor discutible, no solo por la falta de información, sino por mi modo particular de ver el mundo, pero… 

Eliminaría el Servicio Militar Obligatorio.

Eliminaría esas organizaciones de masas que solo cumplen funciones populistas y ponzoñosas. Y creo que eliminaría definitivamente las discordias insalvables que han separado a familias enteras, a amigos entrañables, a amantes casi novelescos, y han convertido la vida privada en algo inexistente. También eliminaría la politización de toda la sociedad civil.

Creo que se podría mejorar el sentido que damos al bien. A veces hemos confundido el bien ético, con el concepto de bien que se establece, con el coqueteo que nos beneficia en el plano personal y alimenta nuestro ego. Hemos convertido el bien en otra clase de despotismo.

Siempre he creído que el bien produce bien, y éste a su vez más bien. Pero los cubanos hemos confundido los beneficios personales, las ventajas a veces inmerecidas con el bien. El bien es que esté bien yo y lo mío vaya bien, aunque para ello muchas personas tengan que sufrir. Ese egoísmo es lo que hemos confundido con el bien, y ciertamente hay situaciones que pueden crear confusión en este aspecto, pero no justificación.

No creo en el bien que produce el colectivo, del que tanto se habla. Creo que el bien parte del individuo, que solo el individuo en su crecimiento puede generar un tipo de bien que sana y fructifica, que produce bien a nivel social.

Esto vale para todos los hombres y sitios, no solo para los cubanos. Pero creo que entender y modificar esto serviría de mucho.

Bendeciría el don de la creatividad y la supervivencia del cubano, ese que parece a veces que se extinguirá.

Bendeciría el don de la solidaridad, aunque cada vez se vuelva más interesada.

Bendeciría esa condición del aire en el campo después de la lluvia, cuando sale el sol, no sé si lo has notado, pero es límpido, transparente, brillante.

¿Algo en especial que te hayan aportado estas Islas Canarias a tu trabajo como escritora?

Quizás la perspectiva que tienes cuando te vas a vivir a un sitio nuevo, diferente de Cuba o de Costa Rica donde viví antes. Quizás la oportunidad de publicar El hombre del Vitral.
  
(Entrevista publicada en http://www.diariodecuba.com/cultura/11595-podria-mejorarse-el-sentido-que-le-damos-al-bien)